Lozoya, y compañía, tan “agustito”, en un barco sin timón

Apenas estamos iniciando la terminación de la primera oleada de contagios y muertes de la pandemia y nuestros políticos ya han cambiado su chip humanista por el electoral

Apenas estamos iniciando la terminación de la primera oleada de contagios y muertes de la pandemia y nuestros políticos ya han cambiado su chip humanista por el electoral, que finalmente es del que comen. En este escenario los muertos no ocupan sitio pero ocupan memoria. El problema, que se junta con los que anteriormente no hemos sabido solucionar, es dónde ponerlos. Pero mientras existe un amplio margen para seguir tirándose las piedras a la cabeza. Ahí está Arturo Núñez y Martha Lilia tan agustito rodeados de disparos que les pasan muy de cerca pero que nunca aciertan. Ahí vemos a Lozoya, que no parece nada arrepentido sino feliz en la prolongación del cochinero del que formaba parte. Se admiten apuestas sobre la que será su verdadera jugada: el destino de sus misiles no parece ser Enrique Peña Nieto, que parece a salvo. Hasta ahora todo lo que se conoce son dichos, pero pruebas lo que se dice pruebas no hay ni una de nada. “Solidas especulaciones” si hay pero no sirven nada más que como materia para chismear en los bares o en las tertulias de café. En esas las acusaciones a una clase política son como un barco sin timón. Se busca un puerto seguro, pero no hay ninguno porque todos, como dice el poeta, están “entre las olas, solos y entre las velas desvelados”. Nos estamos interrogando sobre cuál será el sentido de la vida. Ya Albert Einstein, al que no hay que suponer menos curioso que nuestros políticos, se hizo la misma pregunta y respondió que “vivimos para los otros”. Incluidos los que no nos dejan vivir en paz. Intentar seguir el pulso del mundo de la corrupción en el sexenio de EPN conduce a la taquicardia, pero únicamente los que se fueron antes no tenían cita con el médico, ya que él también se ausentó. Y los que son profesionales de la política y no han llegado a ella por hambre, saben que ningún amigo es superior a un buen cómplice y desean corregir la situación favoreciendo a todos los desiguales, para que ninguno proteste. ¿Dónde está el sitio más adecuado para seguir salvando a los que ya están a salvo? Lo que los optimistas llaman “la dieta financiera” parece que está dando buenos resultados, pero no hay que fiarse de las básculas hasta que no salga el letrero que nos recomienda “pesarse de uno en uno”. Los políticos de todos los signos no han aprendido a vivir sin nombrarnos cada día a sus muertos. Y para salir del atolladero en que se han metido se envían mensajes todos los días y el telegrama es siempre el mismo: “Remitan fondos”. Pero cuantas más cosas se piden, más se niegan. Eso de “pedid y se os dará” omite decirnos por dónde, quizá para evitar una mala contestación. Mientras, han llegado a la vez el calor, la calor y las calores, para diferenciar sus tres modalidades: el calor que tuesta, el que cuece y el que asfixia. Siempre se nos olvida, de un verano para otro, que cuando decimos “qué calor hace” aumenta medio grado la temperatura y que si decimos “uf, que calorazo”, sube la temperatura un grado justo. Así que lo mejor es no decir nada y aguantarse. Vivimos en un país privilegiado que jamás ha sabido aprovechar sus privilegios. A quienes nos gusta el enigma de la creación nos apesadumbra menos no saber cuál será el sentido de la vida. Quizá sea únicamente vivir, por mucho calor que haga.