Murakami: el disciplinado oficio de escribir?

El de Haruki Murakami es uno de esos casos peculiares de escritores que han visto pasar tantas ediciones del premio Nobel de Literatura sin que ninguna entrega haya tocado a su puerta

El de Haruki Murakami es uno de esos casos peculiares de escritores que han visto pasar tantas ediciones del premio Nobel de Literatura sin que ninguna entrega haya tocado a su puerta, aun cuando en más de una ocasión los críticos literarios lo han puesto en la lista de favoritos (de ahí el mote de “eterno candidato al Nobel”). El escritor y maratonista japonés, autor de novelas, relatos y ensayos, obtuvo por fin el Premio Princesa de Asturias de las Letras, otro de los renombrados reconocimientos que hasta ahora se le habían negado.

Celebro que Murakami, poseedor de una prosa fascinante, se haya hecho acreedor a esta distinción en 2023, a decir del jurado por "la singularidad de su literatura, su alcance universal y su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo".

He leído cuatro obras de su vasta producción, de sobra recomendables: “Tokio Blues” (1987), donde aborda los temas de la educación sentimental, la pérdida y la sexualidad; “Kafka en la orilla” (2002), una versión inusitada de la tragedia clásica de Edipo, contada en dos relatos diferentes que se interrelacionan y alternan en los capítulos; “De qué hablo cuando hablo de correr” (2007), donde pone a nuestro alcance la experiencia que le ha dejado una de sus grandes pasiones, que inició como una práctica accesoria y luego se convirtió en algo muy serio, en una espiral creciente de esfuerzo y superación personal; y “De qué hablo cuando hablo de escribir” (2017), manual en el que comparte con sus lectores su experiencia como escritor y lector, además de reflexionar sobre la literatura, la imaginación y los premios literarios, a partir de autores de la talla de Franz Kafka, Raymond Chandler, Fiódor Dostoyevski o Ernest Hemingway.

De este último libro recupero un par de recomendaciones que bien podrían caber en el formulario de cualquier persona que pretenda convertirse en disciplinado escritor:

Primera. “No hay que resignarse cuando a uno le parece que no dispone de material para escribir una novela. Solo con cambiar el punto de vista, la concepción de las cosas, se alumbrarán a nuestro alrededor infinidad de materiales con los que construir un relato. Tan solo esperan a que alguien se fije en ellos, a que los tome entre sus manos para darles forma. A primera vista pueden parecer insignificantes, pero en buenas manos pueden producir cosas excepcionales. Aun a riesgo de repetirme, vuelvo a decir que para mí lo más importante es no perder nunca la sana ambición de lograrlo. Esa es la clave”.

Segunda. “La regularidad en un empeño a largo plazo es crucial. Si escribiera mucho cuando las cosas van bien y nada cuando van mal, no lograría ser regular. Escribo mis diez páginas a diario como cualquier persona que ficha a la entrada y a la salida del trabajo. Habrá a quien le parezca que ese no es el trabajo de un artista, que más bien parece el de un obrero de una fábrica. Quizá tenga razón. A lo mejor los artistas no se lo plantean así, pero yo me pregunto: ¿por qué un escritor tiene que comportarse o ser como un artista? ¿Quién y cuándo ha decidido que debe ser así? Nada está decidido, ¿no es cierto? Cada cual puede escribir a su manera, como le resulte más conveniente”.

Quienes no solamente han leído a Murakami para disfrutar su prosa, sino que se han adentrado en el análisis profundo de su obra, coinciden en que se trata de un escritor inquietante, en cuya narrativa se aprecia la influencia de autores como Dostoievski, Dickens y Capote. Pienso que, ciertamente, destaca en él un tono intimista, además de que se anida en gran parte de su propuesta literaria la preocupación por los graves problemas sociales que enfrenta el mundo y la lucha por la defensa de los valores humanos esenciales.

Es el primer escritor japonés en obtener el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Sin duda, se trata de un valioso reconocimiento a su constancia, disciplina y calidad escritural, gracias a lo cual ha sido calificado como “un gran corredor de fondo de la literatura contemporánea”.