¡Oh, Capitán, mi Capitán!

MIRO EL MEME en el que está puesto y encendido el asador por el Día del Padre

MIRO EL MEME en el que está puesto y encendido el asador por el Día del Padre. Y en la parrilla se ven pescuezos, espinazos y patas. ¡Felicidades! Y felices quienes participan. Lo importante no es lo que se consume, sino el cariño. Porque hay otro meme en el que dos niños llevan regalos. Uno carga una cajita bien adornada. El otro un huacal de madera vacío (ese contenedor para frutas y legumbres). Y él del regalo lo entrega.  El del huacal lo acomoda y utiliza para subirse a él y alcanzar cara a cara al padre y darle el abrazo.

EN ESA NIÑEZ de alegrías inocentes, en la que no se sabe que se es pobre, a mi madre a veces le alcanzaba para hacer de comer sopa de fideos acompañada con pescuezos y espinazos de pollo, muy sabrosa y en armonía tal que nosotros disfrutábamos gozosos, como si fuera (porque lo era) el mayor festín del mundo. Pobres viandas en armonía son manjares; ricas viandas en odio y gritos es el platillo más triste que puede haber. Y siempre había para cuando regresaba mi padre del trabajo y lo comía con la mayor alegría del mundo.

PARA ESO ALCANZABA. Y nosotros andábamos como héroes en los juegos, que a veces era de bomberos, policías y ladrones, e intercambiábamos el papel en el juego. Entonces nuestro héroe asomaba por el callejón (vivíamos a media cuadra de la esquina) y lo veíamos venir con una bolsa de papel estraza en la mano, casi siempre. Y allí traía pan de dulce, dos piezas para cada quien. Y en otras ocasiones eran manzanas, peras o plátanos. 

YO LO ACOMPAÑABA en vacaciones a su "tabaco". Me quedó ese apodo porque a los 3, 4 y 5 años yo me le colgaba llorando a grito abierto a sus piernas en las mañanas, y los gritos consistían en decir que "yo quiero ir al tabaco". A su trabajo. Y algunos compañeros de él se reían, hasta que me lograban convencer de quedarme con la promesa de traerme algo ya en la tarde, quizá pan, quizá fruta, quizá un juguete. Así que ya a mis veinte años,  pasaban esos mismos amigos -de él- miraban al niño del tabaco que ya había crecido, casi volando, y él orgulloso decía: "miren este es el del tabaco".

MAÑANITAS TRADICIONALES en cama por el día. El abrazo y las felicitaciones. El quitarse las lagañas. Y acariciar el día. "¿Qué quieres de comer, papá?", me dicen. Nada especial. Me acordé del meme de las patas y pescuezos de pollo. No lo dije, porque son capaces de cumplirme ese deseo de juego. A veces les platico que en armonía fue nuestra comida en sopa dos o tres veces a la semana. "¿Y de regalo?" Que estén bien de salud es mi mejor regalo. A veces pienso decirles que sí, que me compren desodorantes, rastrillos, un libro de Ezra Pound (Cantos); la Divina Comedia ilustrada, un reloj de arena. O cosas así tan sencillas. Pero no cambio nada de eso por su salud, por su armonía.

LA FIGURA DEL PADRE, se sabe que en muchos casos la cubrió un abuelo, un hermano mayor, un tío o un padrastro. Por eso bien se acomoda que padre no es el que engendra, sino el que cuida y educa. El día de celebración es lo mismo. Es a la figura paterna. Padre es la comida, también y padre el libro. En mi caso que vine a Tabasco a los 19 años y 11 meses, en mi trayecto tabasqueño (que es más que el tamaulipeco), he tenido figuras paternas, personas mayores a quienes recurrí por consejo, abrazo, oído, charla y sonrisas recíprocas: Miguel López Cervera, maestro de piano y escritor; Guillermo Morelos García, oftalmólogo, luchador social; y a Don Rodolfo Lara Lagunas. Los primeros dos ya partieron y los abrazo por donde anden. El maestro Lara sigue muy activo, escribiendo, leyendo, dando cátedra. Los tres, de los imprescindibles, de los que luchan toda la vida, como dijera Silvio.

TODOS LOS PADRES son o fueron luces y sombras, Claro. No hay padres perfectos. Cada uno vive o vivió su circunstancia. Explotado, capataz, luchador social o explotador. Solo que en la figura de padre, las más de las veces para el hijo, son lo mejor. Y digo las más de las veces porque ya se sabe o se supone lo que no escribo. ¿Qué parte me toca a mí en autoreflexión y crítica? Por ejemplo: mi padre, como jardinero se encontraba un reloj o pulso de oro en el jardín donde le tocaba cortarlo. Y él lo levantaba, tocaba la puerta de la casa y lo entrega religiosamente a sus patrones. O cuando de niño escuché su discurso recriminativo a mis hermanos mayores: "Si caen a la cárcel por pleitos, yo pongo mi cara y los saco. Pero si caen por ladrones, hagan de cuenta que no tienen padre." (Continúa)