Política ¿Y oratoria?

El inicio de las campañas políticas a nivel federal coincide, este viernes 1 de marzo, con la conmemoración del Día Nacional de la Oratoria.

El inicio de las campañas políticas a nivel federal coincide, este viernes 1 de marzo, con la conmemoración del Día Nacional de la Oratoria. El inicio de las campañas políticas a nivel federal coincide, este viernes 1 de marzo, con la conmemoración del Día Nacional de la Oratoria.

Muchos políticos contemporáneos asumen que ya no es obligado ni necesario reunir en sus perfiles las características de buenos tribunos. En realidad, nunca fue una exigencia, pero sí se apreciaba que uno que otro desarrollara habilidades de argumentación y deliberación, dominio retórico y capacidad persuasiva.

Se añora —porque se relaciona con la calidad de nuestra democracia— que los políticos no solo sean expertos en el análisis de problemas sociales y la formulación de políticas públicas, sino también elocuentes oradores, eficientes comunicadores para explicar sus propuestas y plantear sus tesis, preguntar y responder, argüir y replicar, persuadir y convencer.

En buena medida, los estilos de las campañas variaron. Hoy observamos que los partidos políticos sustituyeron el tradicional acercamiento con la sociedad a través de mítines y eventos públicos por mensajes televisivos, radiofónicos y en redes sociales. Ha cobrado mayor peso la denominada mercadotecnia electoral, con todo el conjunto de herramientas para convertir a los candidatos en especie de marcas, productos que se ofrecen a las audiencias con un cariz atractivo, en un terreno donde las campañas son lo más parecido a una guerra electoral por atrapar a los potenciales votantes.

La mayoría de los ciudadanos viven los tiempos electorales a través de los medios de comunicación —sobre todo cuando se trata de ejercicios de alcance federal— y hay quienes le llaman a esto de manera rimbombante la "profesionalización de las campañas".

En contraparte, pienso que debemos devolverle al lenguaje político todo su potencial para incidir en los oyentes. En una época trémula como la que nos tocó vivir, el discurso de los políticos, alejado de la producción artificial, puede ser un aire reparador que cree un clima de justicia y promueva una atmósfera de solidaridad, pero también se corre el riesgo de que sea una tormenta perniciosa que inunde de rencores, un fuego voraz que devore esperanzas.

Por ello, el político orador, o el orador político (la anástrofe da igual), tiene que apoyarse en fundamentos éticos, porque no podemos dejar en manos de un inmoral la gestión de los intereses y de los bienes públicos, como tampoco se deja en manos de un inexperto o inconsciente un avión supersónico. Hay que recordar siempre que las palabras, una vez pronunciadas, cobran vida. Es deseable que esa vida esté llena de esplendor, lo que solo es posible cuando las palabras son justas y se encuentran ataviadas de argumentos, tantos como sean posibles para hacer frente a la retórica simplista de los discursos balbuceantes.

En fin, en el Día Nacional de la Oratoria, y también en el inicio de las campañas federales, hago votos para que se vuelva realidad la utopía de que los candidatos, cuando pronuncien sus discursos, desarrollen una tarea pedagógica, es decir, que sean capaces de explicar sus programas de acción, sus objetivos; que articulen coherentemente sus argumentos y hagan del razonamiento metódico una virtud. Parafraseando a Baltazar Gracián, los políticos ideales deben estar dotados de ingenio y equilibrio, de virtudes intelectuales y prácticas, ser seguros de sí y dueños de sus propias acciones; conocer sus cualidades y, sobre todo, sus límites.

ORADORES ELECTRIZANTES

En la conmemoración de este día bien vale la pena un apunte literario. En su breve novela póstuma "El Gato con Botas y Simbad el Marino o Badsim el marrano", Vicente Huidobro cuenta cómo transcurre la vida en un país denominado Oratonia (así, con "n").

Resulta que este lugar, "la única patria digna de ser amada entre todas las patrias", debe su nombre al hecho de que todos sus habitantes son oradores: "Hay oradores cuya palabra perfuma las flores y hace madurar las frutas... hay oradores cuya palabra detiene los ríos, otros cuya palabra desabotona los gabanes o lustra los zapatos, etc. Pero entre todos los oradores se destaca el orador eléctrico, el que electriza, que electrifica y electrocuta. Su palabra enciende las ampolletas en las casas y los arcos voltaicos en las calles, ella hace correr todos los tranvías de la ciudad. Este no se detiene nunca de hablar. Si tal hiciera, todos se quedarían a obscuras".

Si como dice Huidobro, al orador eléctrico se le cuida con un esmero nunca visto, nosotros, en la vida real, deberíamos tener en alta estima a aquellos que con sus palabras son capaces de encender en los demás la luz del conocimiento.