Reflexiones en torno al salario mínimo

Un mejor salario, tanto en la clase obrera como en las clases medias trabajadoras, se traduce en un mercado interno más fuerte y es el mejor aliado...


El pasado 30 de noviembre el presidente de México, además de inaugurar el Aeropuerto Internacional de Tulum, anunció otro aumento al salario mínimo: son dos eventos de trascendencia histórica que no pueden dejarse de lado, ni minimizarse. Diarios ultra derechistas de circulación nacional como El Universal hicieron caso omiso sobre la inauguración del aeropuerto, nada dijo en primera plana, y publicó una pequeña nota sobre el salario mínimo, y eso por no dejar.

Para el periódico La Jornada esos dos eventos históricos fueron sus dos notas más importantes en primera plana y de las cuales abundó en sus páginas interiores. Del salario mínimo este diario destacó en primera plana la opinión de la CEPAL: "México lidera a América Latina en aumento del salario mínimo".

Por su parte Diario Presente, en primera plana, también destacó esos dos acontecimientos y los explicó en detalle en sus páginas interiores. De acuerdo a lo dicho por el presidente Andrés Manuel López Obrador, Diario Presente destacó que es "una hazaña de la ingeniería" que se construyó en año y medio (536 días) y que respetó el medio ambiente donde permanecen 1,500 especies de flora natural. Las páginas interiores de este diario, y en un amplio cuadro, explican, además, los aumentos que anualmente ha tenido el salario mínimo desde 2019 y logrados por la administración de la 4T: de 88 pesos diarios, 2,687 pesos mensuales que era en 2019, éste creció a 249 pesos diarios, 7,508 mensuales, a partir de 1 de enero del próximo. Y todo ello, acordado con los empresarios que celebraron además el evento. Ello es signo de confianza de los dueños del dinero en el gobierno de la 4T.

Varias connotaciones tiene el salario mínimo, no sólo significa la mejoría en los ingresos de los trabajadores y de los que menos tienen, no sólo evidencia la preocupación de un gobierno por los más pobres. Un mejor salario, tanto en la clase obrera como en las clases medias trabajadoras, se traduce en un mercado interno más fuerte y es el mejor aliado, el mejor estímulo, para los empresarios: tener a quien venderle lo que producen. A ello se suma la enorme derrama millonaria destinada a pagar la pensión del bienestar, las becas y otros apoyos sociales de la 4T. Como lo señalara John Maynard Keynes esa derrama del gasto público ejerce un efecto multiplicador y dinamiza el aparato productivo. Un mercado interno sólido, además, nos vuelve menos vulnerable ante los vaivenes del mercado internacional.

Cuando América Latina y México eran principalmente mono productores y monoexportadores de materias primas agrícolas y minerales, estos países eran más vulnerables que hoy frente al mercado exterior. Ser monoexportadores de cacao, café, copra, plátano, ganado, azúcar y petróleo con salarios de hambre no generaba además un sólido mercado interno. De toda esa producción derivada de grandes plantaciones con salarios de hambre para el trabajador no podía surgir un sólido mercado interno. Recuerdo cuando los dueños de ranchos productores de copra y cacao en Comalcalco y Paraíso le pagaban salarios de hambre a los peones que vivían en condiciones infrahumanas y éstos no tenían ni para comprarse una camisa, menos una bicicleta. Por desgracia, algo de eso persiste en nuestros días.

Cuando el boom petrolero llegó a Tabasco y al Sureste de México, ello distorsionó la estructura de los salarios, el perfil de los salarios cambió, se petrolizaron. Muchos peones huyeron de sus rancherías y se fueron a trabajar a los campos petroleros, se volvieron obreros atraídos por los mejores salarios. Para los dueños de las plantaciones, el cacao y el coco dejó de ser negocio ante los mejores salarios en la región. En aquellos años del boom habían cerca de 50 compañías constructoras electromecánicas por todo el Sureste de México.

Recuerdo que la compañía estadounidense la CCC de Campeche pagaba los mejores salarios en la región, mejores que Bufete Industrial (BICONSA) de Monterrey, que la Compañía General del Norte, que Fymsa, Lipsa y Protexa. (Hally Burton no estuvo ahí, esos días). Decían que George Bush era el dueño de la CCC de Campeche y que Jorge Díaz Serrano, director de Pemex, era socio.

Pero la reflexión y los recuerdos van hacia los obreros y sus salarios. La CCC de Campeche llegó a Dos Bocas por mar. En barcos y chalanes introdujo varios contenedores debidamente equipados para oficinas, cocina, comedores, dormitorios para obreros, para salas de billar, para pin pon y televisores. Como proveedor yo traté con sus directivos y a preguntas expresas me dijeron que lo hacían así para tener bien a sus obreros porque así rendían mejor. Además, con eso evitaban que sus obreros se fueran al pueblo y a las cantinas porque al 3 día siguiente regresan crudos y algunos ni regresaban a trabajar. En ocho meses esa constructora cumplió con lo establecido en el contrato.

Los empresarios japoneses aplican la misma política: pagar buenos salarios, tener bien las condiciones de trabajo de sus obreros porque así laboran a gusto y rinden más. Cuando se dio la recesión económica de 1999, el efecto dragón, vodka y tequila, leí que varios dirigentes y empresarios japoneses declararon que Japón estaba bien blindado para enfrentar las tormentas comerciales y financieras que zamarrean el mercado mundial: pagaban muy buenos salarios porque eso les permitía un mercado interno sólido que blindaba al Japón para enfrentar esas tormentas dadas en el exterior. La mentalidad de muchos empresarios mexicanos no es así, es porfiriana, ratonera: pagan bajos salarios para lograr una elevada tasa de ganancia, no importa que el obrero coma en la obra y en el suelo su lata de sardinas con tortilla, con su lata de chiles curtidos y una Coca cola. Una maquinaria humana así no rinde igual, ni tiene motivación.

Corolario: el flamante gabinete de AMLO y su 4T saben lo que hacen al fortalecer el salario mínimo. Urge crear un buen gabinete en Tabasco para el próximo sexenio como en los tiempos de don Enrique González Pedrero, un gabinete que sabía lo que hacía. Que ya no sea de amigos y compadres, de improvisados y chambones; de lo contrario, seguiremos en las mismas.