¿Y de ahí?

López Tarso, Bruno Traven y una canasta de cuentos

Tras la muerte de Ignacio López Tarso el fin de semana pasado, cabe preguntarse sobre cuánto ha cambiado la realidad de éste país desde que él nació en Ciudad de México, 98 años atrás, así como valorar la innegable aportación de este primer actor en sus múltiples interpretaciones, desde los papeles que lo inmortalizaron, hasta las labores más humildes que lo llevaron a formar parte del imaginario colectivo, con su participación en telenovelas, obras de teatro e incluso, otras quizá menos conocidas como sus grabaciones de corridos revolucionarios música y romances del movimiento de independencia.

López Tarso se ganó el reconocimiento mundial por su papel en Macario, donde estuvo acompañado de la no menos excelente actuación de Pina Pellicer, sobrina del inmortal poeta tabasqueño. Bastante menos conocido, al menos así parece en la actualidad, es Bruno Traven, autor de Canasta de cuentos mexicanos. En este título de 1956 puede leerse la historia que fue adaptada en formato de película tres años después, para gloria del cine mexicano. Con todos los méritos en Macario, una incuestionable obra magistral, lo cierto es que en la brevedad del cuento original existen sutiles diferencias que le dotan de una profundidad distinta adaptación cinematográfica. Como tiene que ser, pues a fin de cuentas se trata de una obra derivada, que tiene valía precisamente en sus aportes estéticos y dramáticos.

Bruno Traven fue un hombre mucho más privado, misterioso, reacio a la fama que alcanzó con su obra literaria, en la que en su calidad de extranjero (se presume que era estadounidense nacido en Alemania, aunque ni siquiera está claro quiénes fueron realmente sus padres) logró captar la esencia de la sociedad mexicana de principios del siglo XX. López Tarso, en cambio, nació para el público. No por la fama, sino porque amaba darse a sí mismo en cada ocasión de actuar.

Si bien participó en diversas producciones populares y muy taquilleras, López Tarso también hizo teatro y cine, diríamos, alternativos. En todas ofreció una actuación de calidad. En Santo Luzbel hace del padre Santos, un hombre clave para entender la trama de esa película de 1996 que se desarrolló con la participación de la compañía de teatro náhuatl. El conflicto radica en el choque entre la cosmovisión de los indígenas del pueblo con la visión occidental, que encuentra blasfema la representación teatral del episodio en que San Miguel derrota a Luzbel, a quien le reconocen la dignidad de pertenecer al mundo metafísico y, por lo tanto, lo llaman santo.

López Tarso se interesó por la cultura mexicana e hizo lo posible por preservarla y difundirla. Parte de esos esfuerzos dieron algunos frutos, bastante menos conocidos que sus pelícuas, obras y telenovelas. En su Antología del corrido Revolucionario, dio voz en 1973 a canciones como la Muerte de Emiliano Zapata, La persecución de Villa, El alazán y el rocío, el Corrido del agrarista, entre otros, en un contexto en el que la revolución se institucionalizó en régimen donde partido y gobierno eran lo mismo, y había que retomar la narrativa nacionalista para dotar de sentido la transición hacia la modernidad.

Esta práctica de retomar figuras históricas para darles un significado político favorable no es nueva. Esto mismo es lo que el PRI de hoy buscó cuando Alito Moreno destacó que Ignacio López Tarso fue un priista orgulloso. Desde luego, hay que entender el contexto de don Ignacioo y cómo es harto distinto de aquel en el que el partido en que militó hizo régimen. Nada le resta al artista el haber sido transparente y honesto respecto de sus convicciones políticas. Después de todo, el pueblo lo quiere por actor, no por político. Además, bien haríamos en entender y aceptar que parte de la complejidad de la realidad, así como de las personas, está en la diversidad de opiniones, en las diferencias que a veces pueden llegar a conformar posturas francamente opuestas.

El difunto López Tarso buscó trabajar siempre porque en su labor encontraba su razón de ser, y se mantuvo optimista respecto al futuro bien entrado a los noventa años, con todo el ánimo de llegar al siglo de vida, a pesar de tener secuelas tras padecer covid. Una neumonía le cerró el camino, pero lo importante es el legado de su obra, gracias a la cual podemos seguir disfrutando lo mejor de él y donde quedó plasmada buena parte de las transformaciones sociales y culturales que ha vivido el país en su historia reciente. Descanse en paz Ignacio López Tarso.