A los y las maestras con cariño (I)
16/05/2023
La primera imagen que tengo de los maestros es de la escuela primaria. Entré a primer grado.
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La primera imagen que tengo de los maestros es de la escuela primaria. Entré a primer grado. El maestro era Carlos Martínez Cabello. Entraba sonriente. Era muy joven. Solo que a esa edad de uno, los miramos mayores. Él cada día empezaba la jornada con una canción para que la cantáramos. Era de un libro de bolsillo que traía muchas canciones de Cri-Cri, el Grillito cantor. "Que dejen toditos los libros abiertos. Ha sido la orden que dio el general..." Así por una semana. Y a la siguiente semana era otra del mismo libro. "Métete Teté, que te metas Teté..."
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La segunda imagen que tengo por esos mismos días, es la del maestro Enrique, que no me dio clases, por lo que sus apellidos no me sé. Él era el maestro de quinto grado. Yo a la hora del recreo caminaba por los corredores, curioso, y me asomaba por los otros salones. Era una escuela grande. La Cuahutémoc. El maestro Enrique usaba lentes fondo de botella. Él ya más grande de edad, quizá pienso ahora que tendría unos 50 años. Yo miraba siempre sus zapatos: viejos y rotos. Su camisa y pantalón: ropa muy usada. El.maestro Enrique tenía la sonrisa más bondadosa del mundo.
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Otra imagen es de la maestra de segundo grado: Antonia Correa Vera. Jovencísima, muy guapa y de gran corazón. Siempre alegre. A ella la imagino como la maestra de la canción de Joan Manuel Serrat, preocupada por sus chicos. "Sí alguna vez piensa en mí, maestra, que de sus ojillos azules nazca siempre aquella paz que me hacía un poco más dulce la escuela y que no se le haga un nudo en la garganta diciendo: «qué han hecho...», «a dónde han llevado a mi puñado de pequeños...»..."
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El quinto grado me dio clases el maestro Héctor Urbina. Cuento siempre la construcción de visión que hizo en mí para vislumbrar mi futuro con dos preguntas. Era el agradable recreo. Y me detuvo al paso: "Toño, ¿de grande quieres trabajar bajo el sol?", "Toño, ¿de grande quieres vivir como viven ahora?" Y a mi respuesta categórica de "No", completo su intención: "Entonces Toño, debes seguir estudiando y tratando de sacar las mejores calificaciones. El maestro de sexto, el maestro Ignacio, "Nacho", hablaba con nosotros sobre lo difícil que es la vida, sobre la vida de los pobres, intentando hacer conciencia sobre nuestra situación.
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En la secundaria grandes maestros. Imposible mencionarlos a todos. El director, Maestro Filemón, con sus clases de historia para ubicar nuestra mente en tiempo, lugar y circunstancia. Era de estatura gigante y fuerte como un roble. Recuerdo bien su plática sobre la fundación de Roma con la loba amamantando a Rómulo y Remo. Transmitía los conocimientos con tanta emoción. En la ceremonia de fin de cursos a nuestro término de tercer grado, en su participación de clausura de ciclo leyó el siempre inolvidable y motivador poema de Kipling, "Si", que dice en el fragmento final: "...¡Cuando todo esté peor, más debemos insistir! / Si en la lucha el destino te derriba,/ si todo en tu camino es cuesta arriba,/ si tu sonrisa es ansia satisfecha,/ si hay faena excesiva y vil cosecha,/ si a tu caudal se contraponen diques,/ Date una tregua, ¡pero no claudiques!." Mensaje poético brújula y aliciente.
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Y en esa misma secundaria el maestro Raúl Torres Torres, de civismo. Moreno y recio. Originario de Miquihuana, municipio de la Sierra de Tamaulipas. Él era el responsable de la banda de guerra. "Tú tocarás tambor", me dijo aunque yo quería corneta. "Es que estás muy flaco y te puedes lastimar". Ya en clase nos decía: "el problema de nuestro México es que cada seis años entra un presidente nuevo y trata de borrar lo bueno del sexenio anterior". El libro de texto se llamaba "El buen ciudadano". Y nos hablaba de los derechos, entre ellos el de vivienda, salud y educación. Nos lo decía a todo el grupo, en todos los grupos, a todos nosotros que proveníamos de las familias más pobres de la ciudad. Revolucionaba nuestras mentes con la emoción puesta en los temas de clase. (Continúa)
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