OPINIÓN

Agenda Ciudadana
13/06/2025

Sheinbaum, crisis y necesidad de cambios

La crisis que se está gestando en las relaciones bilaterales con los Estados Unidos no podría estar ocurriendo en peor momento. El pasado 9 de junio, la presidenta Sheinbaum confirmó su asistencia a la reunión del G7, a celebrarse en Kananaskis, Alberta, Canadá, entre el 15 y el 17 de este mes. La invitación provino del primer ministro canadiense, Mark Carney, interesado en suscitar conversaciones trilaterales con el presidente norteamericano que podrían crear condiciones, por un lado, para dilucidar con claridad sus políticas arancelarias y, por otro, para fortalecer las conversaciones que ocurren con miras a renovar el T-MEC.  Sin embargo, luego de que Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional del gobierno norteamericano, la condenara desde la oficina oval de haber alentado las protestas violentas que han ocurrido en Los Ángeles, el curso de las conversaciones y negociaciones —de realizarse— tendrán un carácter muy distinto al que, tanto el primer ministro como la presidenta, habrían previsto al momento de acordar el encuentro. Aun así, la presidenta ha confirmado su presencia en Canadá, lo que constituye, sin lugar a duda, una buena decisión, luego de que optara por romper con la política de ostracismo que heredó de López Obrador. La presencia de la presidenta en la reunión de las economías más industrializadas y democráticas del mundo contribuye a incrementar el prestigio internacional de México.

La presidenta y su equipo incurrieron en, al menos, cuatro errores graves y abrieron la puerta a la estrategia agresiva de Donald Trump.  Las consecuencias aún no se conocen del todo. En primer lugar, la presidenta perdió de vista que, en la actual coyuntura, los asuntos relacionados con los Estados Unidos reclaman un manejo más cuidadoso y discreto que de costumbre.  Recurrir a la exacerbación del nacionalismo no es prudente en momentos en los que las presiones sobre su gobierno provienen de un presidente que no respeta leyes ni formas, que está dispuesto a todo. Así, el uso de la conferencia matutina para señalar que realizarían movilizaciones para mostrar desacuerdos con la aplicación de aranceles a las remesas fue un desacierto. La conferencia es un canal de comunicación diseñado para, por un lado, crear la agenda nacional y, por otro, fortalecer su liderazgo en su amplio grupo de seguidores. No es la vía a través de la cual deba anunciar posturas de su gobierno ante el norteamericano. Una y otra audiencia no pueden ser abordadas con un mismo mensaje. Trump y su administración acusan a Sheinbaum de promover el terrorismo internacional. Todos sabemos que no es así, pero eso no importa. Trump ya definió su acción de esa manera y está actuando en consecuencia. Si Trump u otro presidente llamaran a sus conciudadanos a manifestarse en México, seguramente la presidenta reviraría una acusación de injerencia. La presidenta y s equipo incurrieron en un grave error de cálculo.

En segundo lugar, los encargados de la política internacional— el secretario de Relaciones y el embajador— debieron haber hecho frente a la situación y comunicado a las autoridades norteamericanas con presteza, claridad e institucionalidad el verdadero sentido de la postura de la presidenta. Debieron haber resaltado que también desde su conferencia matutina ha condenado, explícita y contundentemente, los actos de violencia en que han incurrido algunos de los manifestantes. Esas expresiones debieron anteceder a la aclaración que hizo la presidenta.  El silencio de estos funcionarios fue avasallador. De esa manera, la reacción de la presidenta aparece como una confrontación entre ella, la máxima autoridad del país, con la secretaria Noem, funcionaria de segundo orden.  La presidenta se ve envuelta, así, en una controversia casi personal. La comunicación no fluye, como debiera, por los canales institucionales pertinentes; la imagen de la presidenta resulta afectada.

Un tercer error, que proviene de su debilidad interna, consistió en no diseñar una estrategia de comunicación que evitara mayores afectaciones. Nadie desconoce el protagonismo y la tendencia a provocar escándalos de Gerardo Fernández Noroña. Tras las acusaciones y el inicio de la crisis, la presidenta y su equipo de comunicación debieron haber convocado y reunido a los líderes del poder legislativo y demás funcionarios del ejecutivo para cerrar filas y acordar los lineamientos de la política comunicativa de respuesta y de control de daños. No lo hicieron. Gerardo se fue por la libre y, en su calidad de presidente del Senado, se burló Eric Schmitt —el senador republicano que propuso elevar el arancel al quince por ciento—, además de que insistió en que California forma parte del territorio mexicano del siglo XIX. Schmitt reviró burlonamente y le hizo saber a Gerardo que el arancel acababa de ser incrementado al cinco por ciento. Con acciones irracionales como ésta, el entorno se enrarece. Trump jugará a la víctima en la —posible— reunión con la presidenta en Canadá. La presidenta pidió a Fernández Noroña que se serene. Solicitud tardía.

Finalmente, la presidenta trató de cerrar el episodio responsabilizando a "la oposición" de la interpretación que el gobierno norteamericano dio a sus palabras. Claudia Sheinbaum procedió, así, de acuerdo con la costumbre de los gobiernos morenistas: culpando a los demás e incapaz de ejercer una mínima autocrítica. Habría sido más sencillo reiterar su llamado al respeto a las leyes y señalar que en su posible entrevista con Donald Trump aclarará el asunto. No abona a su causa esa actitud polarizadora. En momentos como éste, la presidenta debería convocar a la unidad nacional para fortalecerse. A su acusación, las voces opositoras han replicado en redes sociales con señalamientos —apoyados con videos en los que se le escucha promoviendo movilizaciones— para los cuales no hay defensa. La presidenta contribuye a su propio debilitamiento.

Ante tantos errores, la presidenta debería considerar, en primer lugar, relevos en la Secretaría de Relaciones Exteriores, teniendo en mente que tendrá que lidiar con Donald Trump los próximos tres años y medio. Tal vez ahora sea necesario contar con funcionarios noventa por ciento profesionales y eficientes y diez por ciento leales. En la secretaría hay muchos diplomáticos que podrían serle más útiles en el cargo que lo que hasta ahora le ha resultado Juan Ramón de la Fuente. Habría que pensar, además, en rediseñar las conferencias matutinas y orientarlas en otro sentido. Las mañaneras resultaron ideales para un político con el perfil de López Obrador, no para un perfil como el suyo.  Asimismo, la debilidad política de la presidenta frente al expresidente y las múltiples huestes morenistas le problematizarán más aún su desempeño.  Debería considerar una estrategia para modificar la existente correlación de fuerzas dentro de su equipo y su partido.

   





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