PARADEROS

Desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció su preocupación por los usos y costumbres en el Poder Judicial se desató una amplia polémica que tiene luces y sombras. Hay preocupaciones legítimas y otras interesadas, en el sentido bueno y malo.

Me explico. Podemos hablar de los demócratas históricos, por llamarlos de alguna forma, que han estado ocupados y preocupados por un sistema verdaderamente republicano, con auténtica división de poderes. Hay otros que con el disfraz de liberales, en realidad han medrado a la sombra de un discurso "democrático".

Los primeros son estudiosos y analíticos del proceder de jueces y magistrados; los segundos buscan apañarse en alguno de los jugosos presupuestos y redes de poder. Son estos últimos los padres y compadres de la impunidad, y también del rechazo que el pueblo tiene a la venta de la ley al mejor postor.

Como gritan desde las paredes de los marginales: "no se castiga el delito, se castiga la pobreza".

Ayer presidente López Obrador reiteró su convicción y decisión de buscar que el pueblo elija también a los integrantes del Poder Judicial...y en todo el país.

Porque es cierto que los malos usos y costumbres, pervertidos por la corrupción, ha hecho que a nivel federal y en los estados, exista una especie de casta divina, de quienes se heredan el privilegio de "impartir justicia"

¿Es la elección popular el remedio a este mal que corroe la seguridad y la confianza? No lo sé, pero de lo que no hay duda es que se debe sacudir el árbol en donde están enquistados los vicios y que deberían el cobijo de las mejores virtudes.