LECTURA Y CIUDADANÍA (II)

En Carmen encontramos un ambiente distinto al de María Angélica...


En las diversas charlas con amigos que leen he podido ir recogiendo testimonios de cómo se enganchan en la lectura y como se vuelve ésta, herramienta de vida. En la primera entrega recordé a María Angélica y la biblioteca de su casa, sus primeras experiencias con los libros y la lectura.

Por su parte Carmen, de oficio bibliotecaria, cuando se le pregunta de su gusto por la lectura afirma que esta ha sido una actividad necesaria en su vida. Y rememora su pininos en el mundo lector: "Al principio, ya era un placer identificar las letras, saber que esas letras formaban parte de una unidad mayor, la palabra, y que esa conjugación de letras no era aleatoria, que representaban sonidos que se emitían con la voz. Pero lo más extraordinario sin duda, fue descubrir que esas asociaciones de letras expresaban una idea, muchas ideas después, para que las gentes pudieran comunicarse, aun sin estar cara a cara; saber que el pensamiento de otra persona, o el mío propio, podía ser trasportado en mi cartera, en mi block, en un papel, podía pintarse en una pared, en la misma tierra, y borrarlo con una pisada... descifrar esos dibujos y saber qué pensamiento o idea expresaban".

Sobre sus libros primeros rememora melancólica: "En casa no había libros, salvo los del colegio, aun así, en los comienzos de curso, cuando no los heredaba de mis hermanos, y había que comprarlos nuevos, yo disfrutaba con la blancura del papel de los recién estrenados, con el olor a nuevo que desprendían, me impacientaba por abrirlos."

En Carmen encontramos un ambiente distinto al de María Angélica. Mientras que en uno abundaban los libros en otro no. Sin embargo, eso no era motivo para apartarse del mundo lector, por el contrario: devoraba lecturas y libros: de la biblioteca, prestados, regalados, comprados, viejos, desencuadernados, manchados nuevos, ilustrados, de aventuras, misterio, románticos, filosóficos, de poesía, teatro...

Emocionada, Carmen cuenta como el libro se iba convirtiendo en herramienta primaria para su vivir: "A medida que mi comprensión lectora aumentaba, también lo hacía mi necesidad de conocer, la posibilidad de imaginar, incluso de viajar por esos escenarios de la literatura. El libro se había convertido para mí en un bien precioso, apasionante, y por supuesto misterioso".

 A la hora de preguntar sobre las lecturas que la "tocaron" dice de manera simple que los de lectura y recuerda: "Aprendía de memoria las poesías y fábulas de las lecturas escolares: Esopo, Bécquer, Machado, El romancero español, etc. El maestro cuando lo supo, me pedía que las recitara en clase. Muy pronto me bautizó con el apodo de "la poetisa", con el que los niños de mi colegio primario, hoy adultos, me llaman aún".

Carmen, que además escribe cuentos y poemas, encuentra su gusto por escribir como consecuencia de leer y hace una comparación: "Imagino que el gusto por la lectura fue lo que me llevó a escribir. La expresión escrita me sedujo desde el principio. Quizá era mi deseo constante de soñar, no lo sé, es un misterio. Solo sé que la lectura, como el matrimonio, debe ser algo elegido, nunca impuesto. Está unido a los afectos, a la fantasía, a lo lúdico, inevitablemente".

¿Cómo nace el lector Carmen?, le pregunto y ella parece buscar la respuesta en un punto distante para luego decir: "No sé dónde está el secreto que lleva a la gente a aficionarse por la lectura, quizá la luz de un atardecer, una emoción, un sueño, tal vez una carencia, o el mismo deseo de vivir intensamente".

En estos procesos, que son actos individuales siempre, está el camino para construir una ciudadanía que enfrente, ya lo dice Monedero, pero antes también lo planteó Gregorio Selser, los excesos del neoliberalismo, ese que tiene al mercado como principal actor, ese sistema perverso que ha hecho del Estado un ente que reduce la vida política a la parlamentaria e incrementa los límites de la represión para lograr que no protestemos. Despidos, violencia física y amenazas son parte de una estrategia que no permite que nosotros, los ciudadanos, edifiquemos una propuesta alternativa a la situación.

La indignación generalizada que existe en la actualidad muestra su descontento con los partidos y el sistema. (FIN)