De lo perdido…

Aquel que se postule como candidato a cargo de elección popular para las votaciones constitucionales del seis de junio

Aquel que se postule como candidato a cargo de elección popular para las votaciones constitucionales del seis de junio, concurrentes en los 32 estados además de las diputaciones federales, deberá tomar en cuenta el desafío de tener por delante hacer una campaña inteligente, con la claridad de unos compromisos tan convincentes como terrenalmente realizables.

La sociedad electora ha cambiado, ya no es la de antaño a la que se le tuvo con la suela de la bota del régimen en turno aprisionándole su cuello para obligarle a un voto condicionado por los suyos. Al cabo del tiempo ha aprendido a tener criterio para poner en la balanza de los claroscuros, los positivos y negativos, respecto de quienes le acercan  una retórica nada creíble y aquel que tiene por carta de presentación la sensatez y ser empático con las problemáticas del colectivo.

Detrás partidos y candidatos a postularse tienen un antecedente histórico, ya sea para alcalde y/o diputado local  o bien como legislador federal y hasta gubernatura; el problema de la baraja de opciones está asociado al reciclaje de los rostros de siempre, trascendido hacia los herederos de linaje en el árbol de la genealogía de grupo faccioso, con mezquinos intereses.

Aquel instituto que pretenda preciarse de ser un partido no lo podrá presumir, particularmente entre aquellos que ya tienen un tiempo en su ecosistema electoral,  por la sencilla razón de que en  su ambición han sido un grupo sectario el que se ha apoderado de la autogobierno  y de las posiciones en los cargos de elección popular.

Por eso las resistencias que hoy les tiene en la esfera del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en medio de la controversia a partidos y al Instituto Nacional Electoral, evidentemente molestos porque el organizador de las votaciones les ha tocado el último de los reductos que aún conservaban aquellos para la preponderancia de los varones, las gubernaturas que deberán compartir con mujeres.

Aún más degradante, no tienen una escuela de cuadros formador desde las bases ideológicas y de gobernabilidad ni para sus jóvenes valores quienes por razones distintas llegan y se inscriben, igual sucede con las mujeres en el desdén y discriminación de sus capacidades cuando que forjadas en los roles diversos de participación política y toma de decisiones suelen ser tan competitivas o más que los hombres, o bien igual pudieran no serlo ni uno ni otro.

Encuadrados en la reforma política electoral de 2014 de la cual se derivó la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales y otras tanta, entre estas la Ley General de Partidos Políticos que se estipula con claridad la coparticipación de ambos géneros en la estructura de la cúpula directiva, consecuente con la toma de decisiones, hasta el acceso a los cargos de gobernabilidad, ejecutiva y legislativa.

Igual sucede con los juveniles que sólo son destinado a literalmente a ser comparsa y hasta integrar las porras que se ocupan de hacer ruido, pero hasta ahora no hay algún valor que formado en la ideología partidista que ocupe curul en su congreso local, federal, o con una cartera e una administración pública en cualquiera d los tres niveles de gobierno; con una que otra excepción que no sea heredero algún militante con jerarquía en la cúpula.

Luego entonces, qué sentido tienen el etiquetado de una partida para capacitación a jóvenes y mujeres dentro del financiamiento público de actividades específicas que por precepto constitucional reciben los partidos, cuando en los hechos ese recurso que emana de los impuestos de todos no se refleja en esos nuevos rostros  de la política.

Nuevos valores que no se apelliden Ruiz Massieu, Gamboa Miner, Beltrones Sánchez, Colosio Riojas, y antes de ellos González Martínez quien ha sabido monetizar en miles y millones de pesos las veces que ha ocupado como sucede ahora como diputado federal, aun con licencia, con un partido de su propiedad.

Respecto de las comunidades indígenas es otra historia que se tiene en la sobremesa del debate de las ideas, aun cuando un sector importante no sólo forman parte de estas colectividades originarias sino que incluso con apoyos de alguna beca logran prosperar hasta alcanzar el reconocimiento en su ámbito profesional, y en responsabilidades destacadas.

Los partidos están obligados consigo mismos a ser instituciones abiertas y dispuestas a formar nuevos cuadros que preserven arraigo al estrato social del que proceden, pasen por una formación ideológica, con la mirada de que llegado del momento se les involucre en el activismo con responsabilidades y resultados, para finalmente estar preparados ante una eventual postulación con los argumentos sólidos de ganar esa posición en una competencia genuinamente democrática electoral.

Por supuesto que en toda la línea del tiempo esos valores, hombres y mujeres, tengan en todo el momento el roce social, que se enloden incluso los zapatos internados a comunidades olvidadas en la tarea de conocer la realidad y contribuir a gestionarles beneficios comunes, nunca sectarios.

En el descrédito ante la voluntad popular, los partidos están exigidos ir a la competencia electoral con lo mejor o más rescatable que tengan, rostros nuevos pero no por ello faltos del carisma y preparación para entender, además de comprometerse con la sociedad. Lo contrario, no lograrían resultados del todo halagadores.   

Bitácora

Hacer campaña en tiempos de covid19, habrá que ver qué tan creativos se muestran resultan ser los estrategas. 

eduhdez@yahoo.com