OPINIÓN

El fascismo eterno: la enfermedad latente de la humanidad
28/07/2025

14 síntomas del fascismo eterno en el siglo XXI

En 1995, el semiólogo italiano Umberto Eco publicó un ensayo fundamental titulado Ur-Fascismo, que puede leerse tanto como advertencia como diagnóstico. Eco no se refería al fascismo en su forma clásica (la de Mussolini o Hitler), sino a algo más difuso, más insidioso y persistente: un conjunto de rasgos ideológicos y emocionales que pueden reaparecer en cualquier sociedad, bajo otros símbolos, con nuevas narrativas, disfrazado de democracia, libertad o “sentido común”.

El fascismo, decía Eco, no es un sistema rígido sino una atmósfera, una disposición emocional y cultural, un virus que muta, se adapta, y regresa una y otra vez en momentos de ansiedad colectiva. Lo llamó Ur-Fascismo o “fascismo eterno” precisamente porque no desaparece: permanece latente en la cultura política y puede activarse con rapidez si las condiciones son propicias.

¿QUÉ ES EL UR-FASCISMO?

Eco identificó 14 características que constituyen un patrón reconocible:

1.     El culto a la tradición: glorificación de un pasado idealizado y puro.

2.     Rechazo del modernismo: desconfianza hacia la razón, el cambio y el pensamiento crítico.

3.     El culto a la acción por la acción: actuar sin pensar, celebrar la fuerza sobre la razón.

4.     Identificación de la discrepancia con traición: la crítica se convierte en traición.

5.     Miedo a lo diferente: racismo, xenofobia, homofobia.

6.     Apelación a las clases medias frustradas: resentimiento social como combustible político.

7.     Nacionalismo identitario: nación concebida como unidad orgánica, étnica y excluyente.

8.     Enemigos fuertes y débiles al mismo tiempo: conspiraciones absurdas pero temidas.

9.     Pacifismo como debilidad: exaltación de la guerra o la violencia como solución viril.

10.                       Desprecio por los débiles: culto al éxito, al poder y a la “superioridad natural”.

11.                       Glorificación de la muerte heroica: el mártir es más valioso que el vivo.

12.                       Machismo tóxico: homofobia, misoginia, y exaltación de la masculinidad violenta.

13.                       Populismo selectivo: el “pueblo verdadero” contra las élites corruptas o los “otros”.

14.                       Lenguaje empobrecido: pensamiento simplificado a través de eslóganes, insultos, binarismos.

No se trata de cumplir todos los puntos. Con que varios estén presentes, ya hay motivos para preocuparse. Y hoy, en 2025, la alarma suena en más de una esquina del planeta.

¿DÓNDE REAPARECE EL FASCISMO HOY?

Estados Unidos: Durante el gobierno de Donald Trump, varios de estos rasgos se hicieron evidentes: el nacionalismo blanco, la criminalización de la prensa, el culto a la personalidad, la demonización de migrantes, y finalmente, el intento de revertir los resultados de las elecciones en 2020. El asalto al Capitolio (2021) no fue una anomalía: fue la culminación de un proceso que contenía claras señales del Ur-Fascismo.

Europa: En Hungría, Viktor Orbán ha consolidado una autocracia electoral, restringiendo libertades civiles, subordinando al poder judicial, y promoviendo una narrativa etnonacionalista y antiliberal. En Italia, el ascenso de Giorgia Meloni, líder de un partido con raíces neofascistas, marca el regreso abierto del discurso identitario, católico integrista y nacionalista. En Francia, Marine Le Pen ha moderado su estética, pero no su esencia xenófoba y antiliberal.

América Latina: El fascismo eterno existe también en nuestra región. En Brasil, Jair Bolsonaro defendió torturadores, atacó el sistema electoral y militarizó el discurso político. En El Salvador, Nayib Bukele ha concentrado el poder en una nueva forma de autoritarismo 2.0: moderno, digital, popular, pero peligrosamente autocrático. En México, aunque no se ha alcanzado ese nivel, la militarización de la vida pública, el debilitamiento institucional y la polarización alimentada desde el poder son signos que merecen atención crítica.

Asia y África: En India, el nacionalismo hindú impulsado por Narendra Modi ha promovido una exclusión religiosa sistemática contra musulmanes. En Turquía, el autoritarismo de Erdogan ha suprimido prensa libre, purgado opositores y reescrito la historia nacional. En Etiopía, las narrativas étnico-nacionalistas llevaron a conflictos armados y persecuciones.

¿POR QUÉ NO HEMOS SUPERADO EL FASCISMO?

Porque no es solo un sistema político: es una respuesta emocional a la incertidumbre, el caos y la desigualdad. Cuando los ciudadanos se sienten inseguros, desplazados o invisibles, el fascismo eterno les ofrece una promesa peligrosa: pertenencia, orden, propósito. Les ofrece culpables, un pasado glorioso y una identidad que excluye pero reconforta.

Además, vivimos en una época de infoxicación, crisis climática, migraciones masivas, colapsos institucionales y capitalismo salvaje. Todo eso alimenta el miedo. Y el miedo (decía Eco) es la materia prima del fascismo.

La democracia liberal ha fallado muchas veces en ofrecer respuestas rápidas o justas. La izquierda ha perdido conexión con las bases sociales que alguna vez representó. Y las grandes tecnológicas han convertido el discurso público en un campo de batalla emocional, donde el odio se viraliza más rápido que la empatía.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

Primero: reconocer las señales antes de que sea tarde. El fascismo no llega con tanques: llega con chistes, con slogans, con memes, con discursos que parecen inocuos. Segundo: defender el pensamiento crítico, la complejidad, la duda. Tercero: rechazar la nostalgia ciega por el pasado, y construir un presente más justo y plural, no solo más eficiente.

No basta con decir “nunca más”. Hay que vivirlo, sostenerlo y defenderlo. Cada generación debe enfrentar al fascismo eterno de su tiempo. El nuestro ya está tocando la puerta. La pregunta es: ¿sabremos esta vez mantenerla cerrada?





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