OPINIÓN

Tabasco
23/06/2025

La tiranía de los mitos

Tabasco: La tiranía de los mitos

Diego Alfonso Velázquez Pérez

Resumir a Tabasco en petróleo, agricultura y ganadería es una simplificación que no levanta críticas; es, ante todo, un paisaje mental tallado por relatos heredados que confunden situación actual con destino.

Durante generaciones, hemos narrado nuestra realidad a través de mitos funcionales: explicaciones cómodas que trasladan responsabilidades a la naturaleza, al "carácter regional" o a un fatalismo histórico. Estas narrativas oscurecen el cómo decisiones humanas concretas (políticas agrícolas miopes, sistemas clientelares institucionalizados, abandono educativo) han moldeado un presente de contrastes: tierra fértil con suelos degradados, riqueza natural con pobreza material, un gobierno (muy) grande con ineficacia institucional. Esta columna no es una crítica a Tabasco, sino a los mitos que nos impiden verlo con claridad. Acabarlos es el primer acto de soberanía intelectual que necesitamos.

I. El Engaño de la Fertilidad Inagotable

La imagen de Tabasco como un Edén persiste contra toda evidencia agronómica. Los luvisoles y acrisoles (dominantes en las llanuras) no son suelos pasivos, sino ecosistemas dinámicos con memoria. Su pH ácido (5.5-6.5) y su suceptibilidad a la compactación requiere de rotación de cultivos.

Cada ciclo de monocultivo (caña en los 70, ganadería extensiva en los 90, palma aceitera hoy) ha dejado lecciones: donde hubo explotación sin reposición de nutrientes, siguió erosión, acidificación y pérdida de biodiversidad. La verdadera fertilidad no es un regalo geológico, sino el resultado de dinámicas generadas entre la flora, la fauna y la tierra: sistemas agroforestales maya-chontales que integraban cacao, maderables y policultivos, o técnicas de drenaje prehispánico en humedales. Ignorar este conocimiento no es progreso: es arrogancia.

II. La Maldición de las Riquezas Fáciles

La psicología colectiva tabasqueña lleva cicatrices del síndrome del recurso: la creencia de que la naturaleza proveerá riqueza sin mediación humana. El petróleo simboliza esta paradoja. La extracción desmedida de este recurso creó en Tabasco el mito de la inagotabilidad de la riqueza (en este caso el petróleo), lo cual a día de hoy nos ha traído un paquete con el cual luchar por años: la dependencia total a un solo recurso, la nula necesidad de adaptarse a los cambios del mercado y la falta de innovación industrial y económica.

III. Cultura Política: "Así Somos"

Tres mitos sostienen el statu quo:

  • "Aquí manda el compadre": Reduce la corrupción a "cultura", omitiendo su mecánica concreta: designación de funcionarios por "lealtad" (más bien obediencia) antes que competencia, presupuestos amarrados a redes caciquiles.
  • "El que no transa no avanza": Generaliza la corrupción como inevitable, aunque hubo un esfuerzo para crear un sistema nacional de transparencia que ya fue desaparecido por falta de lucha desde la ciudadanía.
  • "Roban pero ayudan": Legitima el desvío de recursos al presentarlo como redistribución, cuando en realidad debilita servicios públicos universales.


    Estas frases no describen: prescriben. Son profecías autocumplidas que bloquean la demanda de instituciones meritocráticas y eficientes.

  • IV. Violencia y la "naturalidad del tabasqueño"



    Atribuir agresividad al clima o a la "sangre caliente" es un acto de pereza intelectual con costos éticos. Los datos muestran correlaciones más reveladoras:

    • Los municipios con mayor violencia de género coinciden con zonas de alta marginación y baja densidad de servicios de salud mental.
    • 63.8% de informalidad laboral explica más sobre delincuencia que la humedad ambiental.
    • La glorificación del éxito material rápido (herencia del boom petrolero) ha cultivado una cultura del atajo: el prestigio social se mide por consumo visible, no por mérito o construcción comunitaria.


    El verdadero termómetro de la violencia no está en el ambiente, sino en la brecha entre aspiraciones legítimas y oportunidades reales.

    Tabasco enfrenta una disyuntiva clave: seguir viendo sus problemas como castigos del clima, del temperamento regional o de una supuesta condena histórica, o asumir (finalmente) que su realidad actual es el resultado de decisiones humanas concretas: políticas públicas mal diseñadas, modelos económicos extractivos y una institucionalidad acostumbrada a la simulación. Esta segunda mirada no es cómoda, pero es la única honesta, y, sobre todo, es la única que permite imaginar soluciones.

    La tierra no miente. Los suelos compactados gritan décadas de mal manejo agrícola. Los ríos desbordados denuncian planes hidráulicos abandonados. La juventud desconectada revela un sistema educativo que prefirió adoctrinar a emancipar. Pero donde hay diagnóstico preciso, hay ruta de salida:

  • Revolución agrícola desde el saber local: Rescatar técnicas agroforestales ancestrales + tecnología de punta en manejo de suelos ácidos.
  • Economías pos-extractivas: Impuestos verdes a actividades contaminantes y fondos para bioeconomía (cacao fino, ecoturismo comunitario, acuicultura sostenible).
  • Desmontaje institucional del clientelismo: Carrera pública meritocrática, presupuestos participativos, veedurías ciudadanas en obra pública.
  • Nuevo contrato social con la juventud: Escuelas técnicas vinculadas a cadenas productivas reales + bancos de tiempo comunitario.
  • El verde de la flora en Tabasco es un recordatorio biológico: toda vida florece cuando se atienden sus raíces profundas. Nuestra tarea no es maldecir el espejismo, sino aprender a navegar en la complejidad. Porque como han dicho varios líderes indígenas en todo el mundo  "La tierra no nos pertenece: nosotros pertenecemos a la tierra". Solo cuando entendamos esto, el paraíso dejará de ser una paradoja para convertirse en promesa.






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