ESCALA CRÍTICA

Nuevo gobierno, símbolos y definiciones; de la fiesta al trabajo de todos los días

*Cambió la administración, viene la tarea de transformar

*El sentido colectivo de la historia; no es un solo hombre

 *Desde el México profundo; los de abajo, definición presidencial

Víctor M. Sámano Labastida

LAS IMPRESIONES son múltiples luego del primero de diciembre. Toca serenarse, verbo clave del sexenio. En la marea de imágenes, cuesta ordenar la reflexión. Carlos Monsiváis expresó alguna vez: “en las escasas situaciones históricas que podemos vivir, se vale ser subjetivo y fragmentario. Nadie puede explicar la historia de manera significativa en el momento en que surge”.

Con esa licencia comprenderá el lector estas líneas: apuntes de una jornada enconadamente histórica. Quizás necesitamos un antídoto contra la impresión de que todo cambió, porque no todo cambia de la noche a la mañana.

OBRAS, NOMBRES, HISTORIA

EN EL ZOCALO, el presidente Andrés Manuel López Obrador recordó a los ausentes de distintas épocas: mexicanos que promovieron con su trabajo el cambio social y cultural en México. Julio Scherer, Carlos Monsiváis, Daniel Cosío Villegas, José Revueltas, Ricardo Flores Magón, Francisco Zarco, Guillermo Prieto, Melchor Ocampo. Nombres que valen por sus obras, frutos para otras generaciones. La intención de ese recuerdo fue conectarse con la historia y destacar el sentido colectivo de un viaje político que se anuncia como cambio de régimen. Hay millones de seres anónimos que contribuyeron y contribuyen a lograr un país más justo. El trabajo cotidiano es parte de ello.

Pero la lucha social y política de AMLO, por más de 40 años, representa más que mero caudillismo. Sus detractores ven “con honda preocupación, modos verbales de tirano”, pero olvidan la faceta partido/movimiento que determinó su llegada al poder. El presidente sabe de esa crítica y la atajó: por tres ocasiones, en su discurso de toma de posesión, afirmó que no buscará la reelección. Y con el recuerdo de los ausentes en el Zócalo, AMLO reafirmó en los presentes la convicción de una lucha comunitaria que ahora se expresará como gobierno. Con el olfato retórico que lo caracteriza, AMLO fraseó: “¡Arriba los de abajo!”, veremos más señas de identidad popular en la retórica de AMLO.

LA SOLEDAD ACOMPAÑADA

ES OBVIO que el Presidente concentra los focos mediáticos y los hilos políticos del poder. Pero esa persona no es plenipotenciaria: pide acompañamiento, lo necesitará. De ahí la democracia participativa debe ser parte sustancial de su gobierno. Por ese acompañamiento salió al Zócalo –luego de ceñirse la banda presidencial en el Congreso- a recibir el bastón de mando de los pueblos indígenas. Conectar a los de abajo con los de arriba y viceversa, es tarea de AMLO. No fue casualidad: 68 pueblos originarios expresaron de forma ceremonial su aprobación al Presidente de México. Nunca había sucedido.            

AMLO, mientras tanto, previene contra el culto a la personalidad (que le ronda como el canto de las sirenas a Ulises): “Soy un demócrata y jamás seré un dictador”. Sin embargo, el culto a la personalidad existe como fenómeno cultural. Son navaja de doble filo, en este sentido, las audaces estrategias de comunicación popular que él adopta, porque provoca encandilamiento masivo. De nueva cuenta, es un dilema entre la personalidad carismática y el movimiento social que lo arropa. 

De cualquier manera, no puede negarse el genuino sentimiento colectivo que tomó forma el primero de diciembre, como catarsis histórica. Hay una efervescencia cultural que acelera la circulación sanguínea. Las alegrías no desaparecen de los rostros, sin importar edades. Cientos de miles se lanzaron de forma espontánea a las plazas públicas, con ánimo renovado. No eran acarreados ni borregos, fue una mayoría espontánea. Uno de los adversarios más feroces de AMLO, el panista Diego Fernández de Cevallos, no tuvo más que reconocer: “Nunca había visto una fiesta de este calibre en las calles de México”. Fiesta histórica que debe continuar con trabajo. México requiere mucho trabajo. AMLO es una prueba de ello.                                         

POR MI RAZA HABLARÁN LOS SÍMBOLOS

NOVEDAD fue la banda presidencial con los colores rojo, blanco y verde. Las primeras banderas tenían ese orden de colores. Asunto de verdad histórica.

Si de símbolos se trata, una joven ciclista se emparejó al auto de AMLO rumbo al Congreso: “en tí confiamos”, dijo. Hubo un saludo mientras Beatriz Gutiérrez, esposa de López Obrador, capturaba el momento con su celular. En su discurso, AMLO recordó el instante y dijo: “No tengo derecho a fallarles”. Palabras que entrañan un compromiso gigante. Desde una óptica realista, por supuesto que en algún momento de su sexenio puede fallar en alguna encomienda. Pero ese tesón y esa responsabilidad asumida, plantean otro reto político: no tiene derecho a dejar de intentar el cambio. Ya comenzó sus conferencias madrugadoras, impensables para otros presidentes.   

Las formas de AMLO están marcadas por el cambio. El domingo 2 (sin descanso) estuvo en Xalapa, Veracruz, para la toma de posesión del gobernador Cuitláhuac García. En la Plaza Lerdo repleta, cañeros de un ingenio se manifestaron durante su discurso. AMLO, sin rehuir: “esperen a que termine lo que vengo a decirles”. Y al final de su discurso: “A ver, los del ingenio y su problema, tienen que hablar con Cuitláhuac. Ahí te los encargo”. Vienen otros tiempos: los de abajo, visibles para los de arriba. Pero también hay que insistir: el cambio (y el país) no es de un solo hombre. Ya hay gabinete y decisiones.   (vmsamano@yahoo.com.mx)