Habitar las palabras

Ha transcurrido la primera semana de 2023

"Las palabras no viven fuera de nosotros. Nosotros somos su mundo y ellas el nuestro". 

Octavio Paz: El arco y la lira

Ha transcurrido la primera semana de 2023. Cumplir los propósitos de un año nuevo lleva tiempo, sobre todo cuando la mayoría de esas aspiraciones se refieren a aspectos como bajar de peso (o comer saludable, si usamos un eufemismo), hacer ejercicio, aprender algo nuevo, ahorrar, viajar, etc.

Pocas veces reparamos en la idea de que el punto de partida puede ser fortalecer nuestras capacidades de comunicación con los demás para generar entornos de mayor cohesión social. Un mundo convulsionado por la violencia es el reflejo de sociedades y familias que revelan problemas de comunicación. Reconocer el valor de las palabras -sobre todo las positivas- y su poder ilimitado puede ser un gran comienzo, aunque no aparezca en nuestra lista de buenos deseos.

Las palabras “reciprocidad” y “convivencia”, por ejemplo, se usan con más frecuencia en los apresurados tiempos que vivimos.  La primera alude a comportamientos análogos entre el otro y el yo; la segunda, a cercanía, a la idea de vivir cada vez más próximos los unos de los otros para evitar que los espacios de diálogo sigan clausurándose. A esto se refería Ortega y Gasset con el concepto de “campos pragmáticos”, es decir, delimitaciones de interés, cercanías insoslayables que van dibujando un mapa de la vida de cada ser humano, de su caminar, de su destino.

No deberíamos desdeñar el poder de las palabras si ya desde tiempos inmemoriales se reconocía su valor. Dice el escritor venezolano Rafael Fauquié que en la gran mayoría de las culturas el génesis de todas las cosas está en la palabra. Y lo suscribo. ¿Acaso no dice el primer versículo del Evangelio de Juan que “en el principio era el verbo”?

Heráclito definía el “logos” (palabra) como el principio rector del cosmos, origen del orden, del conocimiento, de la norma y de todas las medidas. Desde el comienzo de los tiempos se ha repetido entre los hombres la mitología de un caos primigenio análogo a la ausencia de las palabras.

Para los griegos, “onoma” (nombre, palabra) se relacionaba con “nomos” que significaba organización, verdad, principio, fundamento, disposición. 

En “Cien años de soledad”, la famosa novela de Gabriel García Márquez, al hablarse de la fundación de Macondo, el narrador dice: “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. Otra vez la necesidad de la palabra.

Inicié el año con la lectura del libro: “La ciencia del lenguaje positivo”, del filósofo español Luis Castellanos. La obra trata sobre cómo nos cambian las palabras que elegimos, incluso de la forma en que ellas, con toda la energía que poseen, pueden extender nuestros momentos de felicidad día a día. 

Una de las hipótesis del autor es que cuantas más palabras positivas expresemos y con más intensidad, más longevos podemos llegar a ser. Todo indica que el cerebro capitaliza esta propensión a experimentar y expresar emociones positivas para construir más momentos positivos y crear diferentes recursos en nuestra percepción del mundo, de las personas y de los hechos, que aumentan nuestro bienestar. En síntesis: palabras positivas son palabras que dejan huella física, cognitiva y emocional.

Estamos presentes detrás de nuestras palabras, eso significa habitarlas. Si lo anterior es cierto, si cuantas más palabras emocionalmente positivas escribamos y pronunciemos más posibilidades tendremos de alargar nuestra vida de una forma más saludable, entonces seguiré la recomendación que hace poco recibí: vale la pena leer y releer este libro. 

COLOFÓN

Con lo hasta ahora planteado, caigo en la cuenta de que la popular frase que reza: “hechos, no palabras”, puede estar desprovista de razón, porque la palabra es el principio de todo y nos hace dignos de confianza (cuando no es hueca ni vacía). Solo si generamos confianza en los demás podemos lograr que nuestros hechos trasciendan. 

Gracias por su gentil atención, queridos lectores.