Otras instrucciones para escribir

¿PERO QUIÉN QUIERE escribir? Ya he dicho que, como dicen los cubanos

¿PERO QUIÉN QUIERE escribir? Ya he dicho que, como dicen los cubanos, escribir no es fácil, pero tampoco difícil. Así que póngase frente a una computadora u hoja de papel, y a darle, "que es como mole de olla". Empiece con una palabra sin adorno. Y siga a manera de desenredar una madeja de estambre. La primera palabra escrita será la punta. Escriba por ejemplo: "Café". Y a partir de allí despliegue recuerdos, quizá el que le preparaba su abuelita o madre, cuando niño. Y platique todo eso, si había un pan o una mirada de cerca. Y todo lo que sea posible contar sobre ese café especial que se acostumbró a tomar por el gozo y la charla que se generaba alrededor suyo.

ESCRIBA, OTRO EJEMPLO, sobre el clima. "Qué frío. Tengo las manos frías", como pretexto para tocar la mano de quien la mirada ha hecho contacto desde antes, como almas que vienen desde milenios atrás, y seguirán su ruta de luz. Decir: "tengo frío", y escribirlo es plantear una posibilidad que haya texto a cuatro manos, pero ese es otro tema.

SE OBSTACULIZA UNO mismo para escribir cuando se quiere escribir desde el principio cosas importantes. Para que se le descubra como todo un escritor con merecimientos de premio Nobel anticipado. Y que tan solo al leer "su" texto, se inclinen ante usted, quitándose el sombrero. Entonces como lo que sale en los primeros textos no es ni mucho menos parecido a esa pretendida calidad, entonces ya no se escribe. Y peor si llegó a un taller literario en el que le dijeron que mejor se dedique a vender palomitas en el Cine Sheba, que ya ni existe.

LO IMPORTANTE NO ES escribir mucho, sino hacerlo con pasión, así sean cinco renglones o diez. Media cuartilla, por decirlo así. Querer hacerlo. Si no, ni al caso. Ni por moda, ni por quedar bien, ni por brillar. Y si lo hace a diario, mucho mejor. Así la mano conectada con la mente, se va habituando a juntar palabras por escrito, a develar palabras en la página. Pero antes de seguir instruyendo sobre cómo escribir, lea. Lea mucho. Sí, claro. Poemas, cuentos, novelas, de preferencia que le gusten. ¿Una hora diaria? ¿Dos horas? ¿Media hora? Lo que sea es bueno. Porque si no lo hace, el renglón o los renglones que escriba usted pensará que es lo mejor de lo mejor, y es algo probable que sí, y casi seguro que no, sobre todo cuando empieza.

¿Y SOBRE QUÉ ESCRIBO?, suele ser la pregunta que nos hacemos, sobre todo al empezar y años después. Si ya están agotados -por lo escrito- los temas. La escritora Bárbara Jacobs, mexicana de origen judío, me dijo en Mérida en 1990: "cuando no tengas tema escribe Antonio sobre las cartas de la lotería, esa que se juega en las casas. Junta el mazo de cartas y saca una al azar. Y así saldrá el diablo, el catrín, la estrella o la dama, etcétera. Una cada vez. Y escribe todo lo que se te ocurra sobre ella. Verás que el cerebro creativo se va acostumbrando a soltarse en lo que a escribir se refiere". Palabra de Bárbara.

Y ME CONTÓ QUE eso hacía al principio, y que por sugerencia de amigos envió esos textos a una revista literaria de Nueva York, y no supo si le habían publicado o no, hasta que llegó a su casa un cheque por 70 dólares como pago por la publicación de sus textos.  Y yo me dije a mí mismo: "eso ya lo lograste tú cuando La Verdad del Sureste te pagaba por publicar tus textos, y el contador Luis te pagaba 200 pesos por cada texto, dos a la semana". Pero bueno, que esa sugerencia me hiciera Bárbara Jacobs, que ya había publicado varias novelas, que eran un éxito por la calidad, más que por las ventas, era un gran logro haber iniciado. 

Y sí, hice el ejercicio que me recomendó. Y no una vez, sino varias veces. Por allí he de tener esos textos míos sobre las cartas de la lotería. Le sigo…