Ironías en el mundo de libros y lectores

Según el INEGI en nuestro país se leen 3.4 libros por persona al año

Recientemente la UNESCO presentó datos derivados de una investigación realizada a nivel mundial sobre aquellos países donde más se lee y donde menos se lee. De los 108 países estudiados, México ocupa el lugar número 107 en donde menos se lee, o sea el penúltimo lugar. Aclaro, estos datos no son míos, ni es mi opinión: estos datos los tomé de la UNESCO, Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura, entidad dependiente de la ONU.

Según el INEGI en nuestro país se leen 3.4 libros por persona al año. Otra fuente, Lectupedias, nos da otro dato: en México se leen 1.7 libros por persona al año y la UNESCO nos dice que son 2.8 En contraste, en Japón se leen 47 libros por persona al año, dato de la UNESCO también. Este país asiático ocupa el primer lugar en el mundo donde las personas leen más libros al año.

En el mundo, India es el país que más horas dedica a la lectura, seguido de Tailandia y China: India con 11 horas, Tailandia con 9 y China con 8 horas. No por nada India y China están entre las primeras tres economías más avanzadas del mundo. A esos países le siguen Egipto, República Checa y Rusia con 7 horas y Suiza y Francia con 7.5 horas.

Una amplia investigación de la Universidad de Guadalajara nos da un panorama desolador: ocho de cada diez estudiantes de secundaria son analfabetas funcionales, es decir, tienen problemas para comprender lo que leen. Ese mismo trabajo de manera lapidaria nos dice: “México, país de no lectores”. Y agrega: “México está entre los países que menos leen en el mundo”. Conste, no lo digo yo, lo afirma esa Universidad.

Pero no se preocupen. Según la UNESCO también, en Estados Unidos hay sesenta millones de gringos que son analfabetas funcionales. Ello es una de las tantas patologías de la profunda “Edad Oscura Americana” que está viviendo esa nación en decadencia, según lo afirma el ilustre crítico social y muy respetado estadounidense Morris Berman, Doctor en Historia de la Cultura. Pero eso lo comentaremos en otra colaboración. Por lo pronto seguiremos comentando sobre la muy escasa simpatía que tienen la gran mayoría de mexicanos por los libros. Y esto me lleva a recordar que el pasado primero de septiembre la librería Gabo Libros cumplió su primer aniversario. Recuerdo que hace un año cuando su fundador Humberto Mayans inauguró esa librería en Villahermosa, un columnista envidioso y nada amante de los libros, escribió que, después de haber andado en las alturas de la política, Humberto había venido a menos dedicándose a vender libros. Cuando leí aquello vinieron a mi mente dos reflexiones: I). La gente ignorante siempre les tendrá envidia a los libros, a quienes leen y son cultos y a quienes escriben libros y promueven la lectura. 2). La gente ignorante y que se ha criado en el mundo cortesano de la política (grilla es más correcto) y que no tiene más habilidad que ser un arrastrado para triunfar en la vida, piensa que ese mundo de la grilla es superior y está por encima de la ciencia, de la vida cultural y de los libros. Personas así piensan que un senador o un diputado es más valioso y superior que un García Márquez, un Juan Rulfo, una Ángeles Mastretta o una Elena Poniatowska: el diputado con una palmadita ya le está asegurando la chuleta y su chayote al arrastrado y leer Pedro Páramo o El Llano en llamas no le da ningún plato de lentejas.

Y estas reflexiones me llevan a recordar aquellos casos como el que me platicó mi amigo Raymundo Vázquez, hoy maestro de nuestra Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Cuando Ray andaba haciendo sus investigaciones de archivos y hemerotecas para su tesis de maestría sobre los inmigrantes sirio-libaneses que llegaron a Tabasco a fines del siglo XIX y principios del XIX; en un archivo se encontró un caso de un “baisano” despistado que llegó en esos días a Tabasco. Y encontró que este iluso amigo andaba vendiendo libros por todos los poblados y rancherías en el Estado. Y después de tanto caminar y caminar esta persona nunca vendió un solo libro. Y alguien, sintiendo lástima por él, le invitó una jícara de pozol y con señas y a medias lenguas le dio a entender que andaba perdiendo el tiempo con ese giro; le aconsejó que si realmente quería vender y hacer dinero que vendiera “trago” y pistolas. Y este paisano de Jalife y de Joaquín Pardavé le hizo caso, se dedicó a vender “trago” y llegó a hacer una gran fortuna. Y hoy en Villahermosa y en todo Tabasco hay cantinas y cervecerías a tutiplén y se mantienen abarrotadas. Y a las pocas bibliotecas y librerías que hay en la ciudad y en los municipios no se acercan ni las moscas. Pueblos así saben de todo, te discuten de todo y además queman libros.