La pandemia, los estudiantes y el impacto en la capacidad de atención

La mayoría de los maestros que dan clases en diversos niveles educativos manifiestan lo mismo:

La mayoría de los maestros que dan clases en diversos niveles educativos manifiestan lo mismo: se enfrentan a los peores resultados en el desempeño de sus grupos. Docentes con décadas de experiencia así lo sostienen, el impacto de la pandemia de coronavirus sobre la capacidad de atención de sus estudiantes es notorio.

Los estudiantes, incluso en niveles donde deberían ser más competentes, muestran carencias básicas: parecen no comprender, sin importar cuántas veces se les explique. Parecen incapaces de poner atención o siquiera tener la iniciativa elemental de tomar notas en clase. 

El consenso de los maestros es que los hábitos de estudio de sus alumnos se deterioraron, además que muestran más afectaciones cognitivas y problemas emocionales. Durante la pandemia, los jóvenes se enfrentaron a serios problemas además del desafío de tratar de atender a clase mediante una pantalla. En la incertidumbre sobre el futuro en una pandemia como ninguna otra vivida en el último siglo, muchos se vieron en la necesidad de trabajar para aportar al hogar o de plano sostenerse a sí mismos. La realidad de necesitar ingresos puede, quizá más que en generaciones anteriores, alejar a los jóvenes de la profesión que pretenden.

La complejidad de las afectaciones va más allá de las habilidades intelectuales. Desde niveles de primaria, los maestros notan que hay alumnos que no tienen la misma capacidad para correr, formarse o cachar balones. Muchos estudiantes, especialmente los que pasaron a otro nivel educativo, no interactúan entre sí como se espera de los jóvenes. Es como si se hubieran quedado en la dinámica de las clases a distancia, está cada uno en su mundo, aunque sentados en el mismo salón. No desarrollan tantas amistades o relaciones como antes.

Al respecto, cabe decir a los maestros que lo que observan no es aislado. Parece un fenómeno social a gran escala. Un estudio para la revista Biological Psychiatry Global Open Science, con base en análisis de datos longitudinales, encontró afectaciones en la edad psicobiológica de jóvenes en San Francisco, Estados Unidos, que al parecer derivan de la pandemia

Además de considerar la edad y la cantidad de personas con la que vivían en sus casas mientras estudiaban, se compararon dos grupos de adolescentes en estudios antes y durante la pandemia de coronavirus. Los chicos que tuvieron que estudiar durante la pandemia mostraron más síntomas de depresión y ansiedad. Esto no extrañará a los maestros, algunos han tenido que enfrentar también más problemas de depresión severa e incluso tentativas de suicidio entre sus estudiantes. 

El estudio hizo un metaanálisis de imágenes neurológicas de resonancia magnética cruzado con pruebas de ADN, con el que encontró el cerebro de los jóvenes que estudiaron durante la pandemia un poco más “envejecido” en relación con el de los jóvenes estudiantes de la misma edad antes de la pandemia. Este tipo de cambios en la anatomía neurológica, apuntan los autores del estudio, puede encontrarse también en personas que tuvieron una infancia significativamente adversa. Es sabido entre psicólogos y pedagogos que los bebés y niños que crecen en entornos de violencia no se concentran ni disfrutan el juego igual que quienes crecen en entornos más seguros. 

El estudio concluye que la pandemia alteró la salud mental y el desarrollo neurológico de los adolescentes, de entre 13 y 17 años. Sin embargo, es posible que conclusiones similares expliquen las afectaciones en las capacidades de estudio y aprendizaje que los maestros aprecian en todos los niveles. Hay muchos factores que podrían explicar las diferencias entre estudiantes, como la severidad del estrés experimentado durante la pandemia, si padecieron o no COVID y con qué gravedad, las restricciones económicas, etcétera. Como es lógico, entre más adverso es el entorno, las afectaciones pueden ser mayores.

No se sabe todavía qué tan permanentes puedan ser estos daños y no se ha avanzado mucho en el tipo de atención que requieren los estudiantes para ayudarlos a superar esta dificultad para concentrarse y aprender, para desarrollarse físicamente y hacer amigos. 

Para los maestros de nivel profesional, como de los demás niveles, el desafío es ese: cómo desarrollar estrategias que les permitan ayudar a los estudiantes a mejorar, estar realmente a la altura del nivel educativo que cursan. 

Habrá que reconocer las secuelas del COVID en la educación como un problema social, así como lo son las afectaciones en la salud y tratar de contribuir todos a aportar soluciones. Reconocer y plantear el problema es el inicio, hace falta escuchar lo que los estudiantes piensan y sienten. Lo que se haga en beneficio de ellos en realidad es en beneficio de todos.


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