La transparencia de un ente opaco

Este concepto es relativamente nuevo para los políticos mexicanos y nuestras leyes

En estos días se estarán expresando en diferentes foros municipales la exposición de ideas y propuestas dentro de contextos geográficos, económicos, sociales y políticos diversos en todo el territorio nacional, así como en lo local. Todo ello, con la idea de armar los Planes de Desarrollo Municipal en los que se cuente con la visión, percepción y posibles respuestas de las necesidades y condiciones que se requieren para un mejor vivir, por la propia ciudadanía y sectores que les dan forma a esos lugares.

Uno de los temas que tengo entendido se abordarán en algunos de ellos, será el de la Transparencia Gubernamental. Literalmente hablando, la transparencia la entendemos como todo aquello que es translúcido, que deja ver las cosas con nitidez a través de él; para un ente opaco como lo son las organizaciones, las personas o entidades gubernamentales, este concepto se ha retomado como una demanda de cualidades en apertura, claridad, desempeño, gastos, etc., mejor dicho, que se deja entender sin ambigüedades.

Este concepto es relativamente nuevo para los políticos mexicanos y nuestras leyes. Sin embargo, en la actualidad tiene un uso insistente en los discursos, que paradójicamente llega a tener un efecto oscuro por su significado y alcance. En contextos distintos lo que para los organismos públicos se les toma como políticas públicas, otros les dan un sentido moral, dictado político o método de superación personal.

Para nuestros fines la transparencia que nos interesa es la de la norma constitucional que establece que en toda la información en posesión de cualquier autoridad pública, deja de prevalecer la concepción del secreto administrativo y se convierte en un bien público, mediante el principio de máxima publicidad. Ahora, que es lo qué sucede cuando se visita una página de las unidades administrativas de los tres niveles  y poderes de gobierno: suele ocurrir que la información es poco relevante, no se genera en tiempo o publicita en forma y la información deja de adquirir la máxima de utilidad para la ciudadanía.

Para que la transparencia y acceso a la información sea perfectible y tenga continuidad, es necesario la profesionalización de los recursos humanos, evitar el cambio periódico de los servidores públicos que se ven obligados a emigrar con la llegada de nuevos directivos, aprovechar su experiencia para la mejora continua y hacer más eficiente los tiempos de respuestas y calidad de la información. Desde luego, hacer valer el uso de las nuevas tecnologías, contar con sistemas de archivos electrónicos, confiables y digitalización de aquella que deba de preservarse. 

Para hacer más efectiva la transparencia y el acceso a la información pública, es de reconocer que la Cuarta Transformación da un paso adelante al convocar los “Parlamentos Abiertos”, a efecto de que la inmensa mayoría de los ciudadanos conozcan a mayores detalles la reforma constitucional en materia eléctrica, lo que seguramente nos permitirá dilucidar las razones y beneficios que se dice traerán a la población y al país esta nueva reforma. Así como, el actuar de los protagonistas de cumplir con el análisis de su contenido, su responsabilidad y los argumentos que prevalecerán para la aceptación o rechazo en su defecto.

Ya era tiempo de que la población no solo tenga acceso a la información, sino por igual tenga las formas que le permitan evaluar el cumplimiento de los compromisos de aquellos que le representan y cumplen funciones de gobierno.