Lo útil de los útiles (y más)

LÁPIZ. "CUÍDALO MUCHO. No lo vayas a perder", me dijo mi madre. Ya le había sacado punta

LÁPIZ. "CUÍDALO MUCHO. No lo vayas a perder", me dijo mi madre. Ya le había sacado punta. Se miraba muy bien, dispuesto ya. Era amarillo. Y de allí empezaron a salir líneas y bolitas. Luego letras y palabras. Y los primeros enunciados: "Mi mamá me mima". "Ese oso se asea así". Qué maravilla que con ese pequeño y delgado objeto de madera y grafito pudiera dibujarse desde un pato, pájaro, casa,  luna, el sol y el universo todo, hasta el abecedario y enunciados, como el mensaje que le escribí a mi maestra en su cumpleaños. No tenía para darle un regalo: "Gracias maestra por todo lo que haces por mí".

CUADERNO. DE NOMBRE Monterrey, color azul índigo. Traía dibujado el Cerro de la Silla. Era con 32 hojas a rayas, de los delgados. Con grapas enmedio. Otros llevaban de marca famosa y resorte de unión. Con portada de paisajes o artistas de moda. En ese espacio escribíamos mamá, cien veces. Los números del 1 al 500, o pares del 2 al 1000. Y dibujos libres. Allí dibujaba yo un corazón, con dos letras. Una de ellas ha sido siempre la A.

LIBRO. EL PRIMER DÍA de clases nos repartían los libros. La indicación era forrarlos con papel y  plástico, para cuidarlos de las lluvias y el sudor. Eran gratuitos. Y venían dibujos y refranes, adivinanzas y cuentos. Yo los leía ya desde la primera semana. Mi hermano me había enseñado a leer desde antes que entrara a primero. Mi hermano Chencho fue el primer maestro. Yo de niño creía que a los libros yo los manejaba. Ya de grande me dí cuenta que el libro fue mi Celestina y mi brújula.

AULA. NO JAULA. Si te tocaba un maestro alegre, te la pasabas bien en el día a día. Si era maestro enojón, amargoso y fastidiado por la vida, entonces era un verdadero terror diario. Hasta miedo daba pedirle permiso para ir al baño o acercarse a preguntar algo. En mi camino me tocaron la mayoría de los y las maestras alegres, siempre de buen humor. ¿Cómo no recordarlos y agradecerles?

PATIO. ME TOCÓ LA PRIMARIA con patio grande. La parte de adelante con canchas. Y la parte de atrás un extenso campo pelón, sin árboles ni chaparrales. Vaya, ni pasto. Se ocupaba para jugar al fútbol. La ventaja es que era suficiente para caminar, correr, sentarse en algunas banquetas. Sabíamos qué algo se cocinaba en la vida mientras aprendiéramos a disfrutar las clases. En ese patio me gustaba volar cometas. Un día no fui a clases, pero sí al patio de la escuela. Y me puse a volar un cometa lindo. Lo amarré a la ventana de la bodega. Y me quedé dormido. Me despertó mi mamá a chancletazos.

SACAPUNTAS. ERA DE PLÁSTICO, rojo, azul o amarillo. A veces le quitábamos la navajita que venía atornillado. Pero era solo para sacarle filo. De otros, su sacapuntas era de metal. Y nos parecía que sacaba punta mejor, rebajaba la madera de manera más pareja y fina. "Es mejor sacarle punta con una navaja", decía papá. Y nos ayudaba para que al día siguiente fuera el lápiz ya dispuesto a escribir los breves recados, los incipientes cuentos. Y las agradables tablas de multiplicar. Con sacapuntas el grafito quedaba en perfecta afilada punta. Que a las primeras palabras se quebraba. Pero nos gustaba más esa punta, que la que sacaba papá.

COLORES.  MARCA BRUJITA. Y el dibujo de ella sobre una escoba. Resaltaba el azul y el color rosa. Le daban vida a nuestros dibujos. El mío era de seis y pocas veces de doce. Otros llevaban de 24 y hasta de 36. Al maestro o maestra eso no importaba. Ni hacían diferencia. El de seis tenía la ventaja de exprimir la imaginación para hacer combinaciones de contraste. El rojo siempre me gustó. El azul igual. E imaginaba los colores de mi ropa para los días de domingo.

JUEGO DE GEOMETRÍA. Con las escuadras nos daba por medir todo en casa. Con las escuadras andábamos buscando los ángulos rectos. Y con el compás nos poníamos a hacer círculos concéntricos a los cuales les poníamos color. Era un alucine de líneas. Y más que la maestra nos había dicho que todo lo que existe puede definirse por líneas, curvas (y ¡vaya curvas en nuestra imaginación de niños!) y contornos. Así que a partir de esas primeras lecciones sobre el uso del juego de geometría, miramos todo de manera distinta.

BORRADOR. LO USABA POCO. Y quizá por eso se me perdía. Era una gomita blanca, rectangular y pequeña. Con ella hacíamos desaparecer letras, como si fuéramos magos. En el salón de clase, ya cuando habíamos terminado la actividad, dibujábamos corazones con dos letras y una flecha atravesados. Y antes de llegar a casa yo los borraba porque mi madre revisaba lo que habíamos hecho y podría enojarse. Solo que una vez se me olvidó. Y ella en lugar de enojarse, como yo creía, se puso a reír y me abrazó fuerte. Es el abrazo que siempre recuerdo de mi madre. Y su risa.

MAESTRO. EN LA NORMAL escuchamos decir: "en el aula los alumnos pueden estar sin maestro, entre ellos aprenden lo que uno y otro sabe. Pero los maestros nunca pueden existir sin alumnos". Yo me quedé pensando por muchos años sobre ese planteamiento. Hasta que le entendí durante el trayecto de mi carrera. Cuando explotó el volcán Chichonal en 1982 llegué a la escuela entre oscuridad parcial y polvo que caía. No llegó ningún niño. Y allí estaba yo solo dentro del salón. Asombrado y triste. Por fuera de la escuela la gente pasaba asustada, sin tener respuestas sobre qué sucedía. Y se empezaron a concentrar en la iglesia que estaba cerca. Más de rato pasé por allí. El cura les estaba explicando sobre el final de los tiempos que llegará algún día, entre fuego y cenizas que caerán del cielo. Él era el cura. Yo el nuevo maestro de la escuela. Ya había escuchado en las noticias que un volcán había hecho erupción.

ESCUELA. ALLÍ SIGUE en el mismo lugar la escuela donde pasamos nuestros años de primaria y secundaria. La miramos distinto. Allí nos empezamos a formar. Allí tuvimos las primeras ideas sobre el mundo más allá de nuestras casas. Ahora son lugares de resistencia contra los antivalores. El decoro sigue siendo la aspiración de la sociedad para cada uno de los individuos que la integran. Difícil la lucha por la educación. Difícil en estos tiempos e incomprendida la labor de los maestros y maestras en nuestras escuelas.