Los finales nunca son buenos, pero sin un peso son mucho peores

Los finales nunca son buenos, pero sin un peso son mucho peores

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Los finales nunca son buenos, pero sin un peso son mucho peores

El principal problema que tenemos en Tabasco y del que deberán posicionarse los futuros candidatos es ¿Qué hacemos con tanta gente que tiene los brazos cruzados, menos los que llevan las pancartas de las protestas? El desempleo en Tabasco es una tragedia estatal y, por más promesas que nos hacen y cifras que marean para que cuadren las mentiras, todo sigue igual. Refugiados en nuestros cuarteles de invierno nos damos cuenta de lo que nos espera, que es exactamente no tener nada que esperar. En los últimos meses han ingresado en el desempleo miles de paisanos , que tendrán que arreglárselas como puedan mientras comentan que Tabasco no tiene arreglo. Quienes perdieron sus empleos eran en su mayoría menores de 25 años. Lo que llaman la flor de la vida los que no saben aún que es un erial y se sientan en la escalera generacional esperando el porvenir que no acaba de llegar ni llegará. Para animar a que busquen trabajo los que no saben dónde lo perdieron, ya que jamás lo han tenido, vale la pena recordar que el salario de los afortunados ha caído un 35% y que como todos sabemos por la actualidad no se cobra siempre de forma puntual. No hay que ser un pesimista antropológico, porque el mundo no es pésimo, ya que puede ser peorable, pero basta no ser tonto de remate y creerse los discursos de los políticos. En general, todos están de acuerdo en dos cosas: en que la situación es insostenible y en que debemos sostenerla. Aguantar y tolerar es la receta, pero hasta el Vaticano, maestro en paciencia, ha expulsado de su acogedor seno a un cura sincerísimo que presentó a su novio en rueda de prensa un día antes del Sínodo de la Familia. El discutido sexo de los ángeles ha bajado a la Tierra pero la teología, que según Borges es una de las ramas de la ciencia ficción, no tiene mucho que ver con los impulsos naturales. Los tabasqueños, unos con otros, se entiende, destinamos el 83% de nuestros ingresos a hacer frente a nuestras deudas, a pagar los gastos inmediatos, que son los que surgen cuando más se les espera cada mes, y no dedicamos nada al ahorro, lo que quiere decir que vivimos al día y ya es ganancia. Lo que motiva el ahorro, que sigue considerándose una virtud, es el miedo al futuro. Los finales no son nunca buenos, pero sin un triste peso puede ser peor. Ahí se les deja de tarea señores y señoras candidatos/as.

Por Antonio López de la Iglesia