Plano tangente
06/10/2025
La necesidad de expertos en el campo
«La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre .»
Cicerón
El campo mexicano vive una paradoja. Por un lado, cada vez son menos los jóvenes que quieren trabajar en él; por otro, nunca había existido tanta necesidad de profesionistas formados en ciencias agropecuarias, veterinarias y ambientales. El futuro del sector depende en buena medida de cerrar esa brecha.
De acuerdo con datos del INEGI en 2024, la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca concentraron alrededor del 10.5% de la población ocupada del país. Sin embargo, gran parte de esta mano de obra es de baja escolaridad y envejecida; la edad promedio de los trabajadores agrícolas es de 49 años. En contraste, los profesionistas agropecuarios son pocos y, aunque sus ingresos varían, la información de DataMéxico en 2025 muestra que los Médicos Veterinarios Zootecnistas (MVZ) suman apenas 48.8 mil ocupados a nivel nacional, con edad media de 41 años y salarios promedio de $7,800 pesos mensuales. Por su lado, el gremio de los Agrónomos suma 22.3 mil profesionistas, con una edad media de 39.9 años y salario promedio de $6,970 pesos mensuales (cifras que en la práctica subestiman, pues muchos trabajan en clínica privada o consultoría). En ambos casos, la informalidad laboral ronda el 30%.
La escasez de cuadros jóvenes formados en el área es evidente. Según el IMCO (Compara Carreras, 2024), agronomía y veterinaria mejoran claramente el ingreso respecto al bachillerato, pero están por debajo de otras ingenierías. El diferencial está en la especialización: los profesionistas con certificaciones en inocuidad, bioseguridad, trazabilidad o agricultura digital acceden a mejores ingresos y oportunidades, tanto en el sector público como en la agroindustria exportadora.
La balanza agroalimentaria de México alcanzó en 2024 un récord histórico de exportaciones, con superávit en 2025 pese a los problemas sanitarios que enfrenta el país, como el brote del gusano barrenador del ganado. Esto ha disparado la demanda de MVZ y técnicos en sanidad en organismos como SENASICA, que de manera recurrente lanza convocatorias para inspección, trazabilidad e inocuidad. Aquí, un veterinario con formación sólida en epidemiología aplicada y certificaciones internacionales tiene prácticamente asegurado un espacio.
Pero la demanda no se limita a la sanidad. La digitalización del agro se ha convertido en un motor global. Informes de la FAO, la OCDE y el Foro Económico Mundial advierten que las competencias más valoradas hacia 2030 estarán en el manejo de datos, sensores, Sistemas de Información Geográfica (SIG), drones, automatización y gestión ambiental. Los ingenieros agrónomos que dominen QGIS, teledetección y análisis de datos pueden hoy ofrecer soluciones a problemas tan concretos como medir forrajes en tiempo real, diseñar esquemas de riego eficiente o calcular la huella de carbono de un rancho.
En Tabasco, estas transformaciones se sienten en dos frentes. Por un lado, la ganadería tropical exige cada vez más asesoría en rotación de potreros, captura de carbono y bienestar animal. Los productores medianos, enfrentados a precios internacionales y exigencias de sostenibilidad, buscan especialistas que les ayuden a certificar sus procesos. Por el otro, la agroindustria del cacao y del plátano se ha vuelto más exigente con los protocolos de inocuidad y calidad, lo que abre espacios para ingenieros agroindustriales y especializados en inspección y normatividad.
Un factor adicional es el nearshoring (trasladar procesos productivos o de servicios a un país cercano) con México. Esta estrategia, aunque éticamente cuestionable, atrae nuevas cadenas productivas y, por tanto, incrementa la demanda de profesionistas agropecuarios capacitados en exportación, logística y control de calidad. El campo ya no requiere solo agrónomos clásicos, sino perfiles híbridos que sepan de comercio exterior, normatividad de Estados Unidos y Europa, certificaciones de exportación y gestión ambiental.
El reto es claro: las universidades deben actualizar su oferta para que los egresados no salgan con una formación rezagada frente a las exigencias del mercado. Los programas que integren certificación en inocuidad (HACCP, ISO 22000), competencias digitales (drones, análisis de datos), sanidad (bioseguridad, vigilancia epidemiológica) y sostenibilidad serán los que garanticen la inserción laboral de sus egresados.
La demanda de profesionistas agropecuarios no solo existe, sino que está en crecimiento. El perfil de egreso, no obstante, se ha ido moldeando a la naturaleza de la actualidad. Cada vez se espera del profesionista una formación menos orientada a la mano de obra generalista y más centrada en competencias técnicas, digitales y de sanidad. Para Tabasco y la región del trópico húmedo la oportunidad es doble: primero hay que atender y renovar un campo envejecido y, luego, responder a mercados internacionales cada vez más estrictos.
Quien estudie hoy una carrera agropecuaria con visión de futuro, y se forme en certificaciones y herramientas digitales, tendrá un lugar asegurado en el nuevo agro mexicano. Se necesitan personas capaces de utilizar la información y la tecnología, no que reiteren estrategias caducas de producción. Y esto depende de un esfuerzo por replantear la manera en que se imparten las carreras, así como de incentivar que la gente vuelva la vista al campo.
( jorgequirozcasanova@gmail.com)
DEJA UN COMENTARIO