OPINIÓN

PLANO TANGENTE
18/11/2025

EN BUSCA DE UN MEJOR PRONÓSTICO

«Voy buscando un lugar perdido en el mar donde pueda olvidar del mundo la maldad.»

Luis Eduardo Aute

En las últimas cuatro décadas, la migración de poblaciones de América Latina y el Caribe (ALC) hacia Estados Unidos ha aumentado de manera sustancial. En 2017, aproximadamente 19 millones de personas nacidas en países de ALC residían en Estados Unidos, frente a los 6.2 millones registrados en 1990 (Lopez-Calva, 2019). Las causas de este fenómeno son diversas: conflictos, violencia, presión económica, lazos familiares y, cada vez con mayor frecuencia, factores ambientales vinculados al cambio climático.

Según el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno, cerca de 237,600 personas fueron desplazadas en la región durante 2020 por conflictos y violencia. Sin embargo, un aspecto menos explorado, aunque cada vez más reconocido, es el papel del cambio climático en la decisión de migrar, especialmente entre las poblaciones más vulnerables. Los desastres relacionados con el clima, huracanes, sequías, inundaciones o el aumento del nivel del mar, generan tanto migraciones forzadas como desplazamientos voluntarios o preventivos.

La NASA (2022) define el cambio climático como: "un cambio a largo plazo en los patrones climáticos promedio que han llegado a definir los climas locales, regionales y globales de la Tierra". En ALC, se ha experimentado un aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, incluyendo huracanes y tormentas severas. Solo en 2020, más de 2.1 millones de personas fueron desplazadas por eventos climáticos en 13 países de la región. El fenómeno de El Niño ha contribuido a elevar el nivel del mar y a agravar la escasez de agua dulce en Sudamérica, mientras que otras zonas enfrentan inundaciones recurrentes, sequías prolongadas y pérdida de productividad agrícola.

Además de los desastres naturales, el cambio climático tiene un impacto directo y sustancial en las actividades económicas de la región, ejerciendo también presión financiera sobre la población. El sector agrícola de ALC, que representa entre el 3 % y el 18 % del PIB en al menos 20 países, se ve particularmente afectado por el cambio climático al reducir los rendimientos de las plantaciones, ya sea por los cambios en los ciclos hídricos, en la temperatura o en la presencia de plagas. El deterioro de las condiciones ambientales, sumado a la desigualdad de ingresos más alta del mundo, ha intensificado los flujos migratorios hacia el norte.

Estos fenómenos no solo estimulan la migración, sino que también aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas, especialmente aquellas influenciadas por el ambiente. Booth (2014) demostró que gran parte de la población mundial está expuesta a enfermedades transmitidas por el agua, el suelo o vectores, muchas clasificadas como, enfermedades tropicales desatendidas (ETD). En América Latina, las ETD más relevantes incluyen la enfermedad de Chagas, el dengue y la ascariasis (Parry et al., 2013).

Los 10.2 millones de habitantes de la región que viven con menos de 2 USD diarios, principalmente en Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, son especialmente vulnerables, al igual que las poblaciones indígenas, que enfrentan un riesgo desproporcionado de ETD. En Centroamérica, más de 8 millones de niños requieren tratamientos periódicos contra helmintos intestinales, mientras que las enfermedades transmitidas por vectores siguen extendidas.

En México, el dengue ha mostrado un aumento sostenido entre 1985 y 2025, con un total estimado de 1.72 millones de casos. Se identifica un ciclo multianual de 4 a 6 años, superpuesto a una fuerte estacionalidad anual. Este patrón se mantiene de forma consistente y presenta mayor intensidad en los estados costeros, donde las condiciones climáticas favorecen la proliferación del mosquito Aedes aegypti.

Durante el periodo 2023–2025, se observó el predominio del serotipo DENV-3, el cual coincidió con un incremento en las tasas de hospitalización. Esta variante del virus del dengue es de especial interés epidemiológico por su capacidad de causar brotes de mayor severidad y reactivar epidemias en poblaciones con inmunidad parcial frente a otros serotipos. La Pan American Health Organization (PAHO, 2025) ha advertido que la reemergencia de DENV-3, ausente durante varios años en algunas regiones, puede detonar oleadas epidémicas intensas debido a la falta de inmunidad cruzada.

Es a través de un sinfín de mecanismos que el cambio climático puede desestabilizar el mundo. No es complicado ver sus consecuencias inmediatas, como la pérdida de cosechas, la aparición de desastres naturales o la irregularidad del clima. Pero no siempre se habla de la migración forzada, de la aparición y difusión de enfermedades y de su relación con la desigualdad económica y social. Así, la próxima vez que se escuche un discurso de odio contra una persona en situación de migrante, vale la pena recordar lo complicado que es el trasfondo. O cuando se hable del acceso a salud, hay que volver a aquellos grupos cuyas epidemias no son estudiadas ni atendidas. Y cuando pensemos que el cambio climático es falso o no nos afecta tanto, valoremos el privilegio de poder creer eso. (jorgequirozcasanova@gmail.com)





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