Plano tangente
20/10/2025
Los microbios resistentes
«La era de los antibióticos se nos acaba.»
Organización Panamericana de la Salud
Entre los principales problemas de salud global, la resistencia a los antimicrobianos es uno en auge que representa con claridad la necesidad de cambiar el enfoque de la salud a uno integral. Esta óptica se define como el esfuerzo conjunto de diversas disciplinas salud humana, medicina veterinaria, agricultura y medio ambiente para ofrecer soluciones completas frente a amenazas comunes.
La resistencia antimicrobiana hace referencia al proceso por el cual las bacterias, hongos y demás microbios se adaptan para sobrevivir ante la presencia de antibióticos. Bajo la presión selectiva generada por estos compuestos, los microorganismos desarrollan genes de resistencia y los transfieren a su descendencia. En el caso de las bacterias, estas pueden compartir los genes de resistencia mediante elementos genéticos móviles a otras bacterias, incluso de diferentes especies. Como resultado, aumentan su capacidad de proliferar y sobrevivir tanto en humanos como en animales y en el ambiente.
Este es un fenómeno interconectado entre los tres ámbitos de la salud debido al uso excesivo e irresponsable de antimicrobianos en la medicina humana, la ganadería, la acuicultura y la agricultura (Velázquez-Meza et al., 2022). El mal manejo de los antimicrobianos, la falta de control en las infecciones hospitalarias y pecuarias, los desechos agrícolas, los contaminantes del agua y del suelo, así como la migración de personas y animales portadores de bacterias resistentes, favorecen la diseminación global de la resistencia.
Un ejemplo tangible lo constituyen los enterococos, bacterias que habitan normalmente en el tracto digestivo de humanos y animales, actuando como comensales benignos. Sin embargo, bajo ciertas condiciones pueden causar infecciones urinarias, endocarditis y heridas infectadas (Huang et al., 2025). La aparición de enterococos resistentes a la vancomicina, antibiótico que durante décadas fue considerado de último recurso, ha generado gran preocupación, ya que estas cepas contribuyen hoy de forma significativa a la mortalidad y morbilidad hospitalaria.
El desarrollo de resistencia no sigue un patrón uniforme, algunos antimicrobianos conservaron su eficacia durante décadas, mientras que otros perdieron su efectividad en pocos años. La vancomicina, por ejemplo, fue valorada durante mucho tiempo por su lenta evolución hacia la resistencia; hoy, su eficacia está comprometida por el surgimiento de cepas resistentes.
El impacto de la resistencia antimicrobiana es enorme: reduce la eficacia terapéutica, incrementa los costos sanitarios y prolonga las infecciones, elevando la mortalidad. En el ámbito veterinario, el uso indiscriminado de antibióticos ha favorecido la emergencia de bacterias resistentes que pueden transmitirse a los humanos a través de los alimentos, el agua o el contacto directo, como se ha documentado en Enterococcus spp., Campylobacter spp., Salmonella spp. y Escherichia coli.
Incluso en productos vegetales se ha detectado este fenómeno. Un estudio reciente en verduras de hoja verde como cilantro, menta y lechuga reveló que al menos el 33 % de las bacterias aisladas mostraban resistencia múltiple a antibióticos, siendo la amoxicilina la menos efectiva y el cloranfenicol el más eficaz, lo que refleja un panorama alarmante.
Combatir la resistencia requiere acciones coordinadas, sostenidas y basadas en evidencia. Algunas estrategias clave son el uso racional de antimicrobianos, prescribirlos sólo cuando sean necesarios y bajo supervisión profesional, tanto en humanos como en animales. Aunado a ello, se debe optar cuidar la salud de forma más preventiva que reactiva y por medios no antibióticos, promoviendo el uso de vacunas, probióticos y prácticas de bioseguridad que reduzcan las infecciones. Y, por supuesto, es fundamental informar a la población sobre los riesgos del uso inadecuado de los antimicrobianos y promover una cultura de responsabilidad en la automedicación, así como, fortalecer los sistemas nacionales de monitoreo de resistencia y controlar la venta libre de antibióticos.
También tiene que evitarse el uso profiláctico de antibióticos en la alimentación animal, fortaleciendo el control sanitario en granjas. En la esfera ambiental, hay que garantizar el manejo y tratamiento apropiado de los desechos hospitalarios, pecuarios y agrícolas, ya que pueden contener residuos de antimicrobianos o bacterias resistentes.
Además de disminuir el ritmo de aparición de resistencia a los antibióticos ya existentes, es necesario encontrar alternativas. Existe un esfuerzo global por descubrir, probar y producir a gran escala nuevos antibióticos. Esto ha llevado a incursionar en el metabolismo de organismos poco explorados como arqueobacterias, hongos y plantas exóticas para ver si albergan algún compuesto con este potencial. En países con gran biodiversidad, como México, la investigación en este campo permitiría conservar especies endémicas y generar productos de alto valor agregado.
Es una responsabilidad evitar que aparezcan microorganismos resistentes, sobre todo pensando en las demás personas. Aunque nuestro cuerpo pueda lidiar con algunos de ellos, hay gente con enfermedades del sistema inmune, inmunodeprimida o solo saliendo de una cirugía a la que le pueden costar la vida. La resistencia a los antibióticos es un problema complejo que requiere una reestructuración de cómo cuidamos nuestra salud, cómo manejamos nuestros residuos y hasta cómo producimos nuestros alimentos.
(jorgequirozcasanova@gmail.com)
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