OPINIÓN

Plano tangente
24/11/2025

Noches que ya no son lo que eran

«De noche se habla de las cosas que de verdad le importan a uno.»

Joaquín Sabina

La definición simple del calentamiento global podría ser "más calor en el planeta", pero no se suele mencionar que es un proceso desigual. Pocas veces se explica qué significa exactamente eso para quienes viven en el trópico. No es solo sudar más o que el asfalto hierva al mediodía. El cambio más profundo, y quizá más silencioso, ocurre de noche. Y entenderlo ayuda a explicar por qué los bosques, cultivos, ríos y hasta la ganadería de la región enfrentan desafíos que antes no existían.

En las últimas tres décadas, la temperatura del planeta ha aumentado más rápido que en cualquier otro periodo registrado por la ciencia moderna. Este calentamiento, sin embargo, no es homogéneo: las grandes ciudades, la deforestación, la expansión agrícola y los gases de efecto invernadero actúan como una manta térmica que atrapa el calor cerca del suelo. En las selvas tropicales, incluyendo el sureste mexicano, el aumento ha sido evidente; desde mediados de los años setenta, la zona ha experimentado incrementos de aproximadamente 0.26 °C por década (Krause et al., 2013). Puede parecer insignificante, pero para las plantas, los suelos y los animales esa cifra es enorme. Hay que considerar que les ha tomado miles de años adaptarse finamente a estos climas para que, casi repentinamente, cambien.  

Un dato inquietante es que las noches se están calentando más que los días. Antes, la oscuridad traía alivio; el bosque respiraba, el suelo se enfriaba y las plantas se reponían de tanto tiempo bajo el sol. En la actualidad, se ha perdido este lapso de gracia. Cada vez hay menos diferencia entre la temperatura máxima del día y la mínima de la noche. Y cuando las noches dejan de ser noches, ocurren cosas importantes.

A diferencia de lo que se piensa, los árboles no crecen durante el día. La mayor parte de su desarrollo sucede mientras dormimos. En la oscuridad, las plantas distribuyen azúcares hacia el tronco, engrosan ramas y raíces, reparan tejidos y almacenan energía para el día siguiente. Pero cuando la temperatura nocturna sube, su respiración se acelera, consumen más carbohidratos y reservan menos. Es como si un negocio gastara su dinero en pagar la luz y el agua, sin lograr invertir en crecer. Esto significa árboles más delgados, menos resistentes y con menor capacidad de capturar carbono. Y, a la larga, bosques más vulnerables.

El calor nocturno también provoca que los suelos pierdan carbono, un elemento esencial para la fertilidad. Estudios recientes señalan que existe una temperatura crítica, alrededor de los 15 °C en el subsuelo, por encima de la cual la liberación de CO₂ aumenta de manera abrupta. Cuando el suelo se calienta, microbios y raíces respiran más, acelerando la descomposición de la materia orgánica. Esto libera CO₂ que antes estaba almacenado (Hicks et al. 2025). Es decir, el suelo deja de ser un aliado contra el cambio climático y se convierte en fuente del mismo problema. En un estado como Tabasco, donde la vida productiva y ecológica depende de suelos vivos, esta es una alerta mayor.

A esto se suman los fenómenos extremos: olas de calor más largas, sequías combinadas con humedad excesiva, lluvias que ya no llegan cuando deben. Durante estos episodios, la temperatura de las hojas puede alcanzar niveles que dañan tejidos irreversiblemente. En bosques de Asia, África y Sudamérica ya se han documentado mortalidades masivas de árboles por estrés térmico. El mensaje es claro: los árboles tropicales, acostumbrados a un clima estable durante millones de años, tienen poco margen de tolerancia para estas variaciones bruscas.

Para los habitantes de los trópicos, esto implica que las praderas donde se alimenta el ganado pueden producir forraje de menor calidad; que los árboles que dan sombra a los potreros pueden crecer más lento y enfermar más; que los suelos pueden perder fertilidad y estructura; y que los productores se exponen a temporadas más impredecibles. Significa también que nuestras ciudades serán más calurosas durante la noche, afectando la salud y el descanso.

Cuando se habla de temas como calentamiento global y cambio climático, que no son pocas ocasiones, el mensaje puede parecer pesimista. Entendamos al pesimismo, no obstante, como una estrategia de intereses mayores para doblegar la voluntad de quienes creemos en un cambio necesario. Sí, es una realidad que el mundo está moldeándose de maneras poco obvias y que venimos de caminos aparentemente equivocados. Por eso mismo ahora hay que exigir decisiones mejor informadas. Reaprendamos a manejar los suelos, a cuidar los árboles, a proteger los cuerpos de agua y a vivir. Defendamos la noche como lo último que nos pueden quitar. (jorgequirozcasanova@gmail.com)





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