PRENSA Y SUCESION

Cuando Adolfo Ruiz Cortines, entró al proceso de su sucesión, tendió los puentes para amagar con un elegido preferido: Gilberto Flores Muñoz, Secretario de Agricultura

Cuando Adolfo Ruiz Cortines, entró al proceso de su sucesión, tendió los puentes para amagar con un elegido preferido: Gilberto Flores Muñoz, Secretario de Agricultura. 

En los tiempos de Gloria del periódico “El Nacional” -bajo la tutela presidencial-, sus directivos solicitaron al Presidente filtrar en sus páginas el nombre que se escuchaba por todos lados como el probable sucesor, tomando como referencia que  los ánimos presidenciales se inclinaban por la candidatura de don Gilberto. 

La respuesta del Presidente fue contundente: “Está bien, publíquelo pero no se lo platique a nadie”.

El amague permitió a Adolfo López Mateos -quien fue el seleccionado- allanar su camino con el presidente. 

La anécdota del libro “Los dos Adolfos” de Humberto Romero Pérez - a la postre colaborador directo de Ruiz Cortines y López Mateos - permite a muchos analistas considerar que la adelantada sucesión presidencial que se vive en México, no tiene ya nada de diferente a las vividas en la historia política del país.

Durante más de 90 años, las pasarelas de “tapados y destapados” sumando tres o cuatro aspirantes alentados desde Palacio Nacional, permite legitimar la nominación final, por si alguien se sale del carril o por si  se requiere de quien deba levantar la mano al ungido.

Lo novedoso sería que hoy la prensa nacional, impulsa más la difusión sobre la posibilidad de un abanderado opositor de emergencia, que la de una figura surgida de las entrañas de la 4T para mantener la continuidad.

El Presidente alejado de los medios desde el inicio de su gobierno ha diseñado así el juego sucesorio, con una ruta crítica que parece no preocuparle, dado el “bono democrático” que aún mantiene a  menos de dos años de terminar su mandato.

Es quizás, la primera sucesión presidencial alejada de los medios tradicionales como prensa escrita, radio y televisión, pero con un gran impacto en redes sociales que se han volcado a promover “corcholatas”, habilitadas desde “las mañaneras” de Palacio Nacional.

En medio de toda esta trama sucesoria se presenta el atentado contra Ciro Gómez Leyva, empero aparejado a ese acontecimiento, la persona que tendrá a su cargo la posibilidad de resolverlo: Claudia Sheinbaum.

Se presenta además en medio de la exigencia de la comunidad internacional, por frenar los asesinatos de periodistas en México -en su mayoría realizado por el crimen organizado-, sin que hasta el momento haya respuesta puntual y sólida del aparato de Estado.

La estrategia de seguridad del gobierno federal, cimentada en la frase “abrazos, no balazos” también se somete a evaluación en esta coyuntura nacional. 

El atentado en sí genera múltiples lecturas de todos tipos y calibres, pero no es nuevo. Desde los tiempos de Manuel Buendía, los asesinatos contra líderes de opinión orquestados por el crimen organizado -y sus nexos con la estructura del poder-  se han “normalizado” en el país.

Pero “los atentados” sin éxito en su ejecución, generan además de dudas, mensajes.

Todo, hasta el blindaje, es mensaje.

  

Kybalión.- Desde 1988, la prensa en Tabasco se enfrentó al discurso descalificador de “prensa vendida” - salvo sus honrosas excepciones-  que surgió con la creación del Frente Democrático Nacional.

Quienes desde ese entonces cubríamos las campañas opositoras en Tabasco, debíamos sortear primero las mentadas de madre de la gente en pleno mitin y hasta las agresiones físicas generadas por el discurso sistemático contra las grandes televisoras nacionales.

Nadie - ni la prensa nacional-  se solidarizó con reporteros tabasqueños agredidos durante el nacimiento de este movimiento de izquierda, durante más de 28 años. Aunque hay que señalar que las agresiones también procedían del oficialismo de aquel tiempo.

Gajes del oficio que ahora son nacionales y excepcionales. No pué.