Sin pies ni cabeza

Una vergüenza que hoy esté a nada de caer al vacío un ente emergido como asociación civil en 2012

Definitivo, Morena una vez que cumplió con el propósito de catapultar a ya saben quien en la conquista electoral del cargo de Presidente de México, en breve tiempo se extinguirá sin haber llegado a concretar una transición como partido político, en medio de la tóxica discordia entre grupos facciosos que se disputan el liderazgo del Comité Ejecutivo Nacional como un botín para los intereses mezquinos.

Parafraseando a Andrés Manuel López Obrador, poseedor de la primera magistratura del país, esta organización ni es partido ni representa “La Esperanza de México”, como reza su eslogan.

Una vergüenza que hoy esté a nada de caer al vacío un ente emergido como asociación civil en 2012 para apuntalar la campaña del hoy Ejecutivo Federal, cuando por segunda ocasión contendió abanderado -entonces- por el PRD.

Las atrocidades entre Yeidckol Polevnsky , secretaria con funciones de presidenta, Bertha Lujan, igual integrante de la estructura, así como Alejandro Rojas Díaz Durán, legislador suplente del senador Ricardo Monreal Ávila, les muestra como enemigos a muerte arrastrando entre las patas a la base militante y de simpatizantes.

En este contexto, tampoco se asumen los contendientes a presidir Morena al rol que les compete de civilidad, en nada honran la investidura estatutaria como “protagonista del cambio verdadero” ni se apegan a la estructura de construcción organizacional. 

Contrario a lo proscrito en sus estatutos, literalmente se pelean más allá de una aspiración por dirigir el movimiento los mueve la ambición al dinero, al poder para beneficio propio; no guardan congruencia con el mandato de buscar “siempre causas más elevadas que sus propios intereses, por legítimos que sean”.

Nada más no hay el acatamiento de lo dispuesto por el inciso c) del artículo 3º, el cual a la letra puntualiza: “Asumir que el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”… Una farsa que les delata su pleito por una ambición que degrada al movimiento. 

Ninguna observancia hay entre quienes pretenden dirigir desde lo nacional al movimiento, sin llegar en el fondo a constituirse como partido político, según lo preceptuado en el inciso a) del mismo artículo 3º que a la letra instruye a buscar “la transformación del país por medios pacíficos, haciendo pleno uso de los derechos de expresión, asociación, manifestación y rechazo a las arbitrariedades del poder, garantizados por la Constitución”.

Un Derecho de expresión que le fue conculcado al diputado Porfirio Muñoz Ledo, el único político de indiscutible prosapia, cuando en sesión de Comisión Permanente del Congreso de la Unión -celebrada el miércoles anterior- se le negó por unanimidad de sus propios compañeros de bancada, el uso de la voz para disentir respeto de las arbitrariedades de la Guardia Nacional a migrantes centroamericanos en la frontera sur, protegiendo la comparecencia  de Rosario Piedra, presidenta (sic) de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. 

Sabían bien que si Muñoz Ledo hablaba no sería precisamente para darle coba a Piedra Ibarra sino que por el contrario con argumentos exhibir su incompetencia y, aún más, evidenciar que ella sólo es un elemento decorativo como ombudsperson.    

Reencausados al proceso de elección del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, Mario Delgado -presidente de la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión- a juzgar por su comportamiento se muestra como un actor por sobretodo institucional, aunque le cerraron toda posibilidad para competir durante el desbaratado proceso de renovación, que debió concluir en asamblea de delegados en agosto pasado.

El asunto escaló hasta la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la cual ante las evidencias de los vicios desconoció el proceso -impugnado por Rojas Díaz Durán- y ordenó reponerlo.

Una lastimosa condición que le causa enfado al presidente  Andrés Manuel López Obrador, al extremo de anunciar su desmarque y además exigió que de continuar las guerras al interior se proceda a retirarle la nomenclatura del movimiento: Morena, en razón que ha perdido su esencia de pugnar por los intereses de las colectividades sociales que le respaldaron en los comicios de 2018 con 30 millones 113 mil 483 votos, el 53.19 por ciento de la totalidad emitida.

Ante el inminente retiro de su fundador además de líder moral, una vez cesado en sus funciones como el jefe del Estado Mexicano el 30 de septiembre de 2024, Morena estará por perder la fortaleza que él transmite. 

El propio Porfirio Muñoz Ledo ha advertido en reiteradas ocasiones en la arena mediática que el movimiento de regeneración nacional enfrenta el peligro de transmutarse con los mismos vicios del PRI, en su caso ya encaminado a cometer los mismos errores que le extinguirán. 

Con Andrés Manuel López Obrador Morena de manera asociada lo es todo, pero sin él es absolutamente nada, esta es la triste realidad al no tener en proceso de formación a un perfil de la estatura del tabasqueño.

Sólo un ejemplo para dimensionar en pequeña escala fue su forzada ausencia por el infarto al miocardio que sufrió, incidiendo en el derribe de la movilización por la lucha nacionalista en pro de preservar la rectoría única patrimonial del petróleo a propósito de la reforma energética impulsada en 2013 en la gestión de Enrique Peña Nieto. 

Bitácora

No hay peor ciego que aquel que no quiera ver el vendaval que se viene, y en ello mucho de responsabilidad tendrán los desfiguros de quienes gobiernan al país en sus tres niveles. 

eduhdez@yahoo.com