¿Transición energética de México?
28/11/2025
México importa más del 60% de su energía
En la actualidad, la transición energética no se centra únicamente en los métodos de generación eléctrica, sino que debe focalizarse en la eliminación progresiva del uso de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo crudo y el gas natural.
En México, el presupuesto para 2026, que proyecta un PIB nominal cercano a los 39 billones de pesos, estima que los ingresos petroleros representarán el 3.1% de este valor. La proporción de ingresos provenientes del petróleo equivale al 14% del total esperado (1.2 billones de pesos). En caso de implementarse una reforma fiscal, existiría la posibilidad de reducir esta dependencia de los combustibles, considerando que antes de 2015 dicha participación superaba el 30%. Surge entonces la interrogante: ¿México está tomando la decisión adecuada respecto a esta transición?
El petróleo crudo y el gas natural continúan siendo pilares esenciales para las economías mundiales. Sin embargo, es importante comprender que estos recursos deben aprovecharse estratégicamente para garantizar la seguridad energética de una nación en el futuro. Por ejemplo, países como Estados Unidos, China y ciertas naciones europeas están invirtiendo actualmente en tecnologías orientadas al porvenir, especialmente en la generación de electricidad y energía a través de la fusión nuclear. ¿México en dónde está?
En 2023, la Agencia Internacional de Energía (AIE) pronosticó que la demanda mundial de petróleo alcanzaría su punto máximo en 2030, considerando la implementación global de planes de transición ecológica y la diversificación de carteras por parte de empresas de combustibles fósiles hacia alternativas renovables. Recientemente, la AIE revisó esta estimación al afirmar que la demanda podría continuar aumentando hasta 2050. Este ajuste responde a cambios en los compromisos climáticos internacionales y en las estrategias de diversificación energética adoptadas por compañías petroleras y gasíferas.
Desde la perspectiva actual del entorno global, México enfrenta limitaciones de infraestructura para transformar energías primarias en electricidad y combustibles para el sector transporte, lo que dificulta garantizar la confiabilidad necesaria para satisfacer la demanda energética total de los sectores económicos y de la sociedad. Actualmente, el país importa más del 60% de la energía requerida, principalmente gas natural y combustibles derivados del petróleo.
La cuestión central es si realmente comprendemos la nueva estrategia global, en la que el aumento de la producción de petróleo y gas natural, así como la inversión en fusión nuclear, constituirán los pilares del desarrollo futuro para las naciones a finales de este siglo.
Las nuevas generaciones enfrentarán el desafío de continuar dependiendo de fuentes extranjeras para satisfacer la demanda energética nacional en el futuro. Aunque se proyecta potenciar el suministro energético para centros de datos, actualmente más del 75% de la electricidad se genera a partir de combustibles fósiles. A pesar de los planes de expansión de la empresa estatal mediante nuevas plantas de generación, el principal obstáculo sigue siendo la insuficiente inversión en infraestructura para la transmisión y distribución eficiente de electricidad a los consumidores finales.
Según el informe Perspectivas Energéticas Mundiales de la Agencia Internacional de Energía (AIE), la organización revisó su proyección anterior y ahora indica que la demanda global de petróleo y gas podría continuar creciendo hasta mediados de siglo, es decir, veinte años más de lo estimado previamente. México debe tener presente que la extracción de estos recursos persistirá a nivel mundial, y cada nación asumirá los riesgos ambientales y futuros asociados en el contexto de la búsqueda por garantizar fuentes energéticas sostenibles.
El petróleo y el gas natural continuarán representando pilares económicos para aquellos países que cuentan con dichos recursos en sus territorios y logran gestionarlos eficientemente para generar ingresos destinados a inversiones. Sin embargo, se recomienda que el riesgo financiero recaiga en capitales privados y que las políticas públicas aseguren la captación de recursos mediante impuestos, sin integrarlos como ingresos presupuestarios directos. En consecuencia, los mercados energéticos deben adaptarse a las necesidades globales y contemplar los riesgos a corto y mediano plazo. Es fundamental que los países mantengan flexibilidad y capacidad de adaptación en el tiempo, dejando de lado restricciones de índole ideológica. Continuará. (– Grupo Caraiva – Grupo Pech Arquitectos)

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