OPINIÓN

Villahermosa en clave de Orfeo
27/06/2025

Más que fiesta: Villahermosa honra su historia con arte y sentido colectivo

Durante cinco días —desde el pasado fin de semana hasta el martes reciente— Villahermosa fue sede de una rica y diversa fiesta cultural en conmemoración de su aniversario. Lo que comenzó como una propuesta de eventos festivos, terminó por convertirse en una experiencia colectiva de profunda resonancia social.

Si bien es legítimo el interés del gobierno municipal de Centro por ofrecer un amplio abanico de manifestaciones artísticas para el disfrute de la ciudadanía, lo verdaderamente valioso radica en haber reconocido, de forma concreta, el papel transformador de la cultura en la vida de las personas y de los pueblos.

En tiempos marcados por la incertidumbre, la polarización y la ansiedad, cuando los escenarios cotidianos se tornan convulsos, es necesario volver la mirada hacia el arte. En la música, la danza, el teatro, la pintura, la literatura e incluso en la recreación deportiva, se encuentra un eje fundamental para la elevación del espíritu, una vía que fomenta la cohesión social, la comprensión mutua, la convivencia y, en última instancia, la paz.

La antigua Grecia —cuna de la democracia, la filosofía y el pensamiento crítico— comprendió desde muy temprano el poder civilizatorio del arte. No es casual que Apolo, dios de la música y la poesía, compartiera protagonismo con Dionisio, señor del teatro y del éxtasis, en los rituales más sagrados del mundo helénico. Ambas figuras representaban, en equilibrio, la razón y la pasión, el orden y el delirio creativo, la armonía y el desbordamiento. Se cuenta que en Delfos, donde se erigía el templo del propio Apolo, los sabios no solo acudían a consultar el oráculo, sino también a impregnarse de los cantos, himnos y danzas sagradas que formaban parte del rito.

Una de las lecciones más elocuentes proviene del mito de Orfeo, poeta y músico por excelencia, cuyo arte no solo conmovía a los hombres con su lira, sino que era capaz de calmar a las fieras, detener el curso de los ríos y conmover a los mismos dioses del inframundo. Fue precisamente gracias a su canto que logró descender al Hades y obtener la oportunidad de rescatar a su amada Eurídice. Aunque la historia concluye en tragedia —Orfeo violó la condición de no mirar hacia atrás y Eurídice se desvaneció—, la enseñanza permanece: el arte tiene la potencia de desafiar incluso a la muerte, de suspender el dolor, de abrir caminos donde no los hay. La cultura, como en la figura de Orfeo, se convierte en mediadora entre el caos y el orden, entre el sufrimiento humano y la esperanza.

Si este camino —el de las expresiones culturales— ha demostrado ser una vía para reencontrarnos a nosotros mismos, ¿por qué entonces lo desestimamos o consideramos como un lujo prescindible? ¿Por qué preferimos rutas donde el consumo y la capacidad económica dictan prioridades? ¿Por qué rehuimos a un momento de silencio, contemplación y reflexión? Las sociedades que renuncian a prácticas culturales, renuncian a su alma.

No existe condición humana que pueda mejorar cegada por el bullicio y la vida superflua. Cuando el espíritu se ve agobiado por el ruido, la violencia, la prisa y el rendimiento desmedido, decae. En cambio, cuando se alimenta del arte —esa forma sutil y poderosa de resistencia— crece, florece y se humaniza.

Por ello, es justo reconocer la voluntad del gobierno municipal de Centro de abrir esta senda, al impulsar el Festival Villahermosa y un sinnúmero de actividades artísticas permanentes como espacios de acceso, disfrute y apropiación de la cultura para todas y todos. En una época donde la fragmentación y el desencanto se propagan con rapidez, estos gestos no son ornamentales: son decisiones profundamente políticas y, más aún, profundamente humanas. El arte no es adorno: es sustancia.





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