OPINIÓN

Plano Tangente
08/12/2025

LA CEBRA Y LA MOSCA

«Vosotras, las familiares, inevitables golosas, vosotras, moscas vulgares, me evocáis todas las cosas».

Antonio Machado


En la sabana africana, las cebras representan mucho más que un símbolo de belleza salvaje o un ícono de los documentales de naturaleza. Sus rayas han constituido un enigma evolutivo y un misterio científicamente atractivo durante más de un siglo. Naturalistas de la talla de Charles Darwin y Alfred Russel Wallace debatieron largamente sobre la función de este patrón hipnótico. Se propusieron teorías sobre el camuflaje ante depredadores, mecanismos de termorregulación o códigos de identificación social. Sin embargo, en años recientes, la ciencia ha dictado un veredicto diferente y fascinante: las franjas blancas y negras actúan como una sofisticada defensa natural contra las moscas hematófagas, especialmente los tábanos y las moscas de establo.

Este descubrimiento ha trascendido la curiosidad biológica para convertirse en una solución potencial para la agricultura moderna, dando lugar a un concepto que podríamos denominar "cebras en el trópico". Este enfoque busca trasladar la sabiduría evolutiva de la fauna   africana a los potreros de las zonas tropicales, donde la presión de los insectos es implacable y costosa (Egri et al., 2012).

El fenómeno inspiró a un equipo de investigadores japoneses (Kojima et al., 2019) a evaluar si este escudo óptico podría replicarse artificialmente en el ganado bovino. El experimento consistió en pintar vacas domésticas con patrones similares a los de una cebra y comparar la incidencia de ataques de insectos respecto a vacas sin pintar. Los resultados fueron contundentes y prometedores: las vacas "cebradas" recibieron hasta un 50% menos de picaduras. Más impresionante aún fue notar que los insectos fallaron hasta en un 70% de sus intentos de aterrizaje sobre la piel de los animales.

La clave de este éxito radica en la comprensión de la visión de los insectos. Las moscas hematófagas basan su navegación y búsqueda de hospedadores en patrones de luz, reflejos polarizados y movimiento. Cuando estos insectos observan un cuerpo uniforme, ya sea una vaca negra, café o blanca, identifican una superficie donde aterrizar para alimentarse. Sin embargo, la presencia de rayas alternadas rompe esta lógica visual.

Al introducir el patrón rayado, la luz deja de reflejarse de forma uniforme y la polarización se distorsiona. Esto genera un efecto conocido como "motion dazzle" o deslumbramiento por movimiento, una ilusión óptica que confunde al sistema visual de la mosca justo en el momento crítico antes de posarse. El insecto, incapaz de calcular la velocidad y la profundidad de la superficie, aborta el aterrizaje o choca torpemente sin lograr picar.

La evidencia científica respalda con solidez este mecanismo. En 2012, un estudio liderado por Egri demostró que los tábanos dependen en gran medida de la luz polarizada para ubicar a sus víctimas y que las franjas alteran dicha señal. Posteriormente, en 2019, los investigadores How y Zanker mostraron que las rayas distorsionan la percepción de movimiento del insecto. Ese mismo año, el grupo de Tomoki Kojima confirmó en campo que pintar vacas negras con franjas blancas reduce significativamente los ataques de la Stomoxys calcitrans.

Lo más interesante para los productores ganaderos en el trópico es que el efecto es agnóstico al color natural del animal. Los estudios iniciales se realizaron en vacas negras usando pintura blanca, pero el principio funciona igual de bien en caballos o reses de pelaje café o blanco, siempre que se generen franjas nítidas y contrastantes. La regla es simple: si el animal es oscuro, se aplican franjas claras; si es claro, franjas oscuras. El mecanismo visual que confunde a la mosca depende exclusivamente del alto contraste.

La implementación de esta técnica ofrece ventajas considerables en regiones tropicales donde el ganado sufre un estrés calórico y sanitario constante. El ataque incesante de moscas provoca comportamientos defensivos que consumen energía, como el cabeceo constante, el pataleo y el movimiento de la cola, además de la agrupación de animales que aumenta el estrés térmico. Al reducir las picaduras, el animal destina esa energía a la producción de leche o carne.

Además, este método se presenta como una alternativa limpia y no contaminante. La industria ganadera depende excesivamente de pesticidas químicos, lo que ha generado resistencia en los insectos y daños a la fauna benéfica, como los escarabajos estercoleros y los polinizadores. Pintar al ganado utiliza materiales no tóxicos, temporales y lavables; los mismos empleados para el marcaje tradicional. Aunque pintar las franjas toma algunos minutos por animal, su utilidad es innegable durante las épocas de alta proliferación de plagas.

Si bien es complicado sustituir por completo el manejo sanitario con pesticidas, es necesario trasladarnos poco a poco hacia técnicas de bajo impacto ecológico. La naturaleza, a través de millones de años de prueba y error, perfeccionó en la cebra un patrón funcional. Hoy, la ganadería tiene la oportunidad de imitar su diseño evolutivo para mejorar el bienestar animal en los ranchos. Esto recalca el valor intrínseco de la biodiversidad: cuando no es una fuente directa de bienes y servicios, sí lo es de inspiración.  (jorgequirozcasanova@gmail.com)





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