OPINIÓN

Confieso que me equivoqué
24/05/2025

Cuando creer en el nacionalismo deja de ser suficiente


Una de las enseñanzas que mi madre pretendió que aprendiera "por tu bien", me decía, se sintetiza en la siguiente máxima: "Espera todo de todos", y después de que me la compartía, abundaba: "De cada gente, mujer u hombre, joven o adulto, espera lo bueno, pero también lo malo, y verás que con ello evitarás sentirte engañado, traicionado o sorprendido". Y terminaba diciéndome: "Así nunca dirás cosas como ´nunca lo pensé de ella (o de él)´, o ´ahora sí que me dejó con la boca abierta´, o ´no lo creo´, y otras por el estilo".

          Esta enseñanza se me vino de golpe al enterarme que dos ex presidentes de México ruegan porque Estados Unidos meta sus manos en México. Y la recordé de pronto porque a mis sesenta y nueve años, cumplidos apenas el pasado 4 de mayo, pensaba que ya lo había visto todo, que ya había presenciado todo, y que por lo mismo ya no esperaba nada nuevo que me sorprendiera y, entonces, me viera obligado a decir alguna de las frases que mi madre mencionaba.

          Pero, como diría Rubén Blades en "Pedro Navajas": "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida", y una de estas sorpresas es la que me obligó a decirme todas las frases que mi madre me advirtió que evitaría expresar si esperaba "todo de todos". Bueno, todas las frases que ella me dijo y algunas más que la vida misma me enseñó.

          Y aunque actitudes que corresponden a la sorpresa a la que me refiero ya las había presenciado en, por ejemplo, la candidata presidencial de la Coalición Fuerza y Corazón por México (integrada por el PAN, el PRI y el ahora desaparecido PRD), la ingeniera Xóchitl Gálvez, cuando fue al Nueva York y a Washington a pedirle al gobierno de Estados Unidos que volteara a ver a México; o en personajes como Gabriel Quadri cuando dijo que la esperanza de México se llama Donald Trump, nunca pensé que escucharía algo parecido en voz de algún ex presidente del país.

          Y si no lo pensé, y mucho menos lo imaginé,  es porque aún soy un creyente de que quien ocupe el cargo de Jefe del Estado Mexicano y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, más allá de si tiene la capacidad técnica para desempeñarlo, debe ser nacionalista y patriota, así como el principal defensor de la soberanía nacional. Y, además, porque sigo creyendo que si tenía estas características cuando desempeñaba el cargo, una vez que lo dejaba las mantenía incólumes porque, pensaba, de viva voz y de viva presencia seguramente padeció presiones que lo hubiesen obligado a actuar bajo esos principios y valores.

          Pero, oh, sorpresa, Vicente Fox y Felipe Calderón echaron por tierra lo que pensé al cumplir sesenta y nueve años el pasado 4 de mayo: "Que ya lo había visto todo, había presenciado todo, y que por lo mismo no esperaba nada nuevo que me sorprendiera".

          Primero fue Vicente Fox, quien llegó a la presidencia por el hartazgo de la población con respecto al PRI, y porque, según Francisco Labastida, priista que le compitió por el cargo, Estados Unidos le pidió al entonces presidente Ernesto Zedillo que le entregara la banda presidencial al PAN, cuando el pasado 21 de mayo en su cuenta de "X" (antes Twitter) escribió: "López Obrador descompuso al país y tal parece que solo Trump pondrá en orden el caos que es nuestro país hoy".

          Después fue Felipe Calderón, quien llegó a la presidencia del país producto de un fraude ("Haiga sido como haiga sido", él mismo reconoció), cuando también el 21 de mayo y frente a un público compuesto por integrantes de la organización de extrema derecha "Grupo Libertad y Democracia", en Madrid expresó: "Hay preocupantes razones para decir: pierdan toda esperanza, no habrá intervención americana en América Latina".

          Y aunque las dos expresiones guardan sus matices entre ellas (Fox dice que "tal parece" y Calderón sentencia "pierdan toda esperanza"), juntas me hicieron recordar las enseñanzas de mi madre y, entonces, a confesar "que me equivoqué" el pasado 4 de mayo, día que cumplí sesenta y nueve años, al pensar "que ya lo había visto todo". Y pues eso no fue así ya que Fox y Calderón me enseñaron que todavía pueden mostrar más descomposición, y yo sorprenderme.





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