¿Y de ahí?
27/05/2025
Aborto: maternidad como elección, no como castigo
La despenalización del aborto en Tabasco ha incomodado a la sociedad más conservadora, sin embargo, es un gran avance: el reconocimiento de un derecho humano. Quienes se oponen no son "provida", sino misóginos. Existen de sobra razones médicas, económicas, biológicas, filosóficas, sociales, políticas y éticas que sustentan que la decisión de interrumpir voluntariamente un embarazo antes de las 12 semanas, lejos de criminalizarse, debe garantizarse como un derecho.
Desde la despenalización del aborto en Ciudad de México en 2007, la Suprema Corte dictó sentencias para obligar a las autoridades a tener personal médico para la interrupción del embarazo, a favor de mujeres a las que se les negó el aborto incluso cuando tenían derecho por complicaciones médicas o haber quedado encinta por violación. Se resolvió que la objeción de conciencia no es absoluta. El reconocimiento del aborto voluntario como derecho humano ocurre definitivamente en 2021, cuando se declara inconstitucional su criminalización.
Esto no fue para proteger la "irresponsabilidad" de las jóvenes, como les gusta decir a los antiderechos (que no "provida"), sino para proteger a mujeres violadas, con embarazos de alto riesgo, productos inviables, a quienes fiscales y médicos en instituciones públicas las quisieron obligar a parir, con absoluto desprecio a sus derechos y su vida. El caso de Jessica, a quien le negaron su derecho a abortar en Chiapas, indigna especialmente porque ella nació con parálisis cerebral. Fue violada y habría sido obligarla a parir de no ser por el apoyo de una organización social. La Suprema Corte resolvió que si Jessica no podía comprender su situación ni comunicar que fue víctima de un delito, no se le debía revictimizar forzándola a parir el producto de una violación, por lo que en su caso el aborto no debía limitarse a las 12 semanas.
Quienes se horrorizan del aborto parten de una ideología religiosa que los hace pensar en los no natos como "angelitos", inocentes criaturas celestiales. Lo cierto es que los fetos de 12 semanas no son personas, no pueden vivir por sí ni con asistencia médica, por lo tanto un aborto no es comparable a un homicidio. La falacia del perrito (que los animales tienen más derechos que los bebés) es otra variante de la ignorancia mezclada con fanatismo. Los animales han nacido y sienten, un feto no puede sentir dolor hasta la semana 20 o después, según la ciencia médica.
Es curioso que los que se proclaman "defensores de la vida" humana están a favor de que las adolescentes o niñas den a luz, así corran el riesgo de morir, su embarazo sea producto de un delito, sean pobre o discapacitadas. Lo dicho: es misoginia oculta en la fachada de "buena conciencia", porque una vez que el niño nace, les deja de importar si está sano, tiene quien lo cuide, tiene qué comer, dónde estudiar, si lo maltratan o violan, si es amado.
Afortunadamente el Estado es laico y por fin se reconoce el aborto libre y voluntario como un derecho humano. Este derecho será necesario siempre, porque todos los métodos anticonceptivos pueden fallar y nadie tiene por qué dejar de ejercer sus derechos sexuales o asumir una responsabilidad de por vida solo por eso. Claro que hace falta educación sexual para entenderlo, para que se dejen de confundir bebés con fetos o embriones. Una educación sexual de calidad, que abarque también los temas de la diversidad sexual y cómo deben protegerse de enfermedades, porque es su derecho. Sí, debe haber más y mejor acceso a anticonceptivos, e incluso, a salpingoclasias e histerectomías con la misma facilidad que a las vasectomías.
Que la despenalización del aborto sea ley en Tabasco se celebra porque reconoce a las mujeres en su autonomía, hace realidad la laicidad del Estado y libra al Código Penal de ideologías religiosas. Se pondera correctamente, al fin, el derecho de las mujeres como personas a decidir sobre sus cuerpos, sus vidas, y es un paso trascendente a favor del derecho de las infancias a una vida digna. Porque la maternidad no es un castigo, sino una elección hecha con amor y conciencia, porque los niños tienen derecho a nacer en una familia que los desee, con madres plenamente seguras de asumir el desafío de la crianza en un mundo que cada vez más las apoya menos en esa labor: es ley.
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