La llamada tecnocracia
08/07/2025
Una élite forjada entre cifras, títulos y exclusión
En el segundo párrafo de su columna "Escala Crítica" del pasado miércoles 2 del presente mes, nuestro director aquí en Diario Presente recordó un concepto que hizo acto de presencia en nuestro sistema político y económico a partir de que se implantó el neoliberalismo, pero que a partir de 2018 se diluyó del espectro académico y de las propuestas ideológicas imperante: "la llamada tecnocracia...".
Al leer estas tres palabras que escribió el licenciado Víctor M. Sámano Labastida, no pude evitar recordar que a principios de la década de los ochentas del siglo pasado, con la llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia de la república y con él el neoliberalismo, se puso de moda dentro del lenguaje político nacional el concepto "tecnocracia", lo que provocó que los estudiosos del sistema político y de sus élites mostraran particular interés en entenderlo y en explicarlo, amén de que no dejaron de lado el ubicar dentro de su campo a los dirigentes que a esas fechas había tenido el país.
Roderic Ai Camp es uno de esos estudiosos que en 1983 publicó dos trabajos relacionados con la élite política mexicana: "Los líderes políticos en México. Su educación y reclutamiento", y "El tecnócrata en México", fueron los títulos y en ambos el autor realiza un análisis de las más altas jerarquías políticas con presencia nacional a través del estudio estadístico de las biografías y currículums de las mujeres y de los hombres que ocuparon dichos niveles de poder e influencia entre 1935 y 1976.
En el primer texto la hipótesis es que durante ese periodo en nuestro sistema político dominado por la confianza y/o la desconfianza, el personalismo, las camarillas, las familias burocráticas y la cooptación, el principal lugar de reclutamiento de los líderes fue la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), y es que de una muestra de 763 líderes que en esos años ocuparon puestos de alto rango, el 82.1 por ciento llevó a cabo estudios de licenciatura o más, y de éstos el 85 por ciento fueron egresados de esa institución de educación superior. Y las carreras de las que egresaron fueron: derecho, medicina, ingeniería, economía, contaduría, arquitectura y administración. Y respecto a este punto, el autor escribió que la Facultad de Derecho de la UNAM "ha contribuido con el mayor número de en términos absolutos de políticos con éxito, pero debido a su tamaño, si se le compara con otras escuelas, las de ingeniería y economía han contribuido proporcionalmente con mayor porcentaje de sus graduados al sector público".
En el segundo texto, el autor afirma que desde los años treinta del siglo pasado el especialista, el tecnócrata o técnico político ha estado presente en el escenario del poder político nacional. Ai Camp desarrolló su texto tomando como eje fundamental las características que Melilee S. Grindle en su texto "Power expertise and the thecnics: suggestions from a mexican case study" le reconoce al técnico: conocimientos especializados, criterios universalistas de evaluación, posición apolítica, racionalidad, eficiencia, relaciones humanas, relaciones políticas, y gran influencia en la práctica política.
Para el autor, "en México todos los que toman decisiones de alto nivel (presidencia, titulares del gabinete) son políticos, pero es posible describir ´ciertos tipos´ de políticos sobre la base de su educación, sus medios de reclutamiento y su fuente de influencia, todo lo cual contribuye a establecer un conjunto de valores y capacitaciones que posee el técnico político", por lo que las y los pertenecientes a la élite política también forman parte de la élite educada, culta y académica, ello debido a que además de haber cursado una carrera universitaria la mayoría pertenecieron a la academia.
Esta situación que describió Roderic Ai Camp a inicios del neoliberalismo en México, con los años se agudizó al ponderar la "espertiz" que los funcionarios públicos con influencia nacional adquirieron en instituciones privadas y extranjeras de educación superior, desplazando a los egresados de las instituciones nacionales de educación pública, especialmente de la UNAM. Pero no solo en el ámbito de los altos cargos burocráticos sucedió esto, también el desplazamiento se dio en la iniciativa privada y en los otros poderes de la unión, en donde, por ejemplo, se decantaron por contratar a egresados de la educación privada por encima de los de la educación pública, con el conque de que salían más preparados académicamente.
Y este desplazamiento se mostró de manera clara cuando en 1994 la UNAM fue echa a un lado de la presidencia de la república, y en el 2000 la educación pública fue sustituida por la educación privada para ese mismo encargo. En el primer momento, la UNAM fue sustituida por el IPN (Instituto Politécnico Nacional), pero cuyo represente contaba con un doctorado en una prestigiada universidad de allende el Río Bravo; y en segundo momento, el IPN fue sustituido por la Universidad Iberoamericana. Y todo ello para el regocijo de la tecnocracia y del neoliberalismo.
Y esta situación perduró hasta el 2018, cuando la UNAM y con ella la educación pública retornaron a titularidad de la presidencia de la república, aspecto que se refrendó en 2024. Y todo ello para la frustración de la tecnocracia y del neoliberalismo.
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